Hasta este año, Acapulco era sólo un buen recuerdo para unsector de los viajeros de lujo; para otro (los que adquirieron una propiedad ahí después de los sesenta) el viejo ritual de días de asueto está entrando en una etapa nueva.
Ese periodo decadente que le restó fama desde hace más de dos décadas e hizo olvidar los días en los que los cantantes de moda como Sinatra, los miembros del jet set internacional como Jackie Kennedy, o los millonarios como Aristóteles Onassis se reunían ahí, parece haber terminado.
Aún es pronto para saber si el puerto alcanzará nuevamente el esplendor de las legendarias fiestas de “Villa Arabesque” (la residencia de los barones Sandra y Enrico Paulo Apuzzo di Portanova), pero es claro que Acapulco otra vez es referencia para la hotelería de lujo, y la prueba está en tres aperturas relevantes con días de diferencia: Banyan Tree, Encanto y Boca Chica.
Sobran las razones que acabaron hace años con la buena suerte de este destino turístico; también las explicaciones. Parafraseando a Alfonso Reyes, podría ser que “a medida que las clases modestas alcanzaron la moda, la moda dejó de serlo”. ¿El resultado? Los turistas foráneos, que antes dominaban la escena, hicieron mutis paulatinamente y, desde la apertura de la autopista del Sol, Acapulco se convirtió en un feudo de sábado y domingo para los chilangos: “un viaje de poco más de cuatro horas por carretera se volvió garantía de diversión en fin de semana”, explica Arely Figueroa, directora de relaciones públicas del Fideicomiso de Promoción Turística local.
Así pues, con todo y que hoy es un destino enfocado en los capitalinos (sólo hay un vuelo del extranjero, desde Houston, que llega con regularidad al aeropuerto), hay inversionistasque confían en su renacimiento. Los datos de la Secretaría de Turismo son elocuentes: mientras que en la mayoría de las playas mexicanas todavía se ven números rojos, desde finales de febrero en Acapulco hay un crecimiento de 12.6 por ciento de visitantes con respecto al 2009.
Desde hace nueve años no se construía un solo hotel en el puerto guerrerense y ahora tiene tres nuevos, todos enfocados al viajero del lujo. “Mucha gente nos pregunta por qué aquí”, dice Adriana Chardí, de Banyan Tree. “La respuesta es que nuestra cadena sólo se ubica en lugares de ensueño, y éste lo es”.
Son, pues, tres nuevos actores que ofrecen experiencias de viaje distintas entres sí. Encanto y Banyan Tree están del lado del Acapulco nuevo y Boca Chica del opuesto, en el viejo, donde desembarcan los cruceros.
“Incluso atraemos gente que tiene casa aquí pero que busca opciones como fines de semana románticos”, asegura Paola Ruiz, del Encanto.
Tres hoteles que en sí mismos son un atractivo turístico; buena noticia para los amantes de los fines de semana y puentes de fiesta. Sin duda, este es el año de Acapulco.
Ese periodo decadente que le restó fama desde hace más de dos décadas e hizo olvidar los días en los que los cantantes de moda como Sinatra, los miembros del jet set internacional como Jackie Kennedy, o los millonarios como Aristóteles Onassis se reunían ahí, parece haber terminado.
Aún es pronto para saber si el puerto alcanzará nuevamente el esplendor de las legendarias fiestas de “Villa Arabesque” (la residencia de los barones Sandra y Enrico Paulo Apuzzo di Portanova), pero es claro que Acapulco otra vez es referencia para la hotelería de lujo, y la prueba está en tres aperturas relevantes con días de diferencia: Banyan Tree, Encanto y Boca Chica.
Sobran las razones que acabaron hace años con la buena suerte de este destino turístico; también las explicaciones. Parafraseando a Alfonso Reyes, podría ser que “a medida que las clases modestas alcanzaron la moda, la moda dejó de serlo”. ¿El resultado? Los turistas foráneos, que antes dominaban la escena, hicieron mutis paulatinamente y, desde la apertura de la autopista del Sol, Acapulco se convirtió en un feudo de sábado y domingo para los chilangos: “un viaje de poco más de cuatro horas por carretera se volvió garantía de diversión en fin de semana”, explica Arely Figueroa, directora de relaciones públicas del Fideicomiso de Promoción Turística local.
Así pues, con todo y que hoy es un destino enfocado en los capitalinos (sólo hay un vuelo del extranjero, desde Houston, que llega con regularidad al aeropuerto), hay inversionistasque confían en su renacimiento. Los datos de la Secretaría de Turismo son elocuentes: mientras que en la mayoría de las playas mexicanas todavía se ven números rojos, desde finales de febrero en Acapulco hay un crecimiento de 12.6 por ciento de visitantes con respecto al 2009.
Desde hace nueve años no se construía un solo hotel en el puerto guerrerense y ahora tiene tres nuevos, todos enfocados al viajero del lujo. “Mucha gente nos pregunta por qué aquí”, dice Adriana Chardí, de Banyan Tree. “La respuesta es que nuestra cadena sólo se ubica en lugares de ensueño, y éste lo es”.
Son, pues, tres nuevos actores que ofrecen experiencias de viaje distintas entres sí. Encanto y Banyan Tree están del lado del Acapulco nuevo y Boca Chica del opuesto, en el viejo, donde desembarcan los cruceros.
“Incluso atraemos gente que tiene casa aquí pero que busca opciones como fines de semana románticos”, asegura Paola Ruiz, del Encanto.
Tres hoteles que en sí mismos son un atractivo turístico; buena noticia para los amantes de los fines de semana y puentes de fiesta. Sin duda, este es el año de Acapulco.
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