domingo, 27 de marzo de 2011

ENTREVISTA: ENTREVISTA AL PRESIDENTE DE MÉXICO

"Para ganar una batalla tienes que ir a por ella"

JAVIER MORENO 27/03/2011
1LOS MUERTOS.
Fue un día en Los Pinos, la residencia oficial del presidente de México, muy al principio de su mandato, cuando Felipe Calderón mantuvo la siguiente conversación con uno de los 30 gobernadores del país:
-Oiga presidente, por favor, ayúdeme a sacar a los criminales que están metidísimos en mi Estado.
-Mira gobernador, te lo digo con afecto y con respeto. Un día tú dejas entrar a tres muchachos a la cochera de tu casa, y le dices a tu esposa: mira, me han dicho que se van a portar divinamente, van a bolear algunos zapatos de la cuadra, no se van a meter. Luego pasa el tiempo, y te le encuentras a uno de ellos abriéndote el refrigerador, comiéndose el sándwich que te venías antojando desde que saliste de tu oficina, y dice, perdón, buenas noches. Y luego te lo encuentras justo un día que estás cansado y te quieres echar un baño, en la bañera. Ah perdón, no quise interrumpir. Y un buen día que ya te lo encontraste con tu ropa y en tu recámara, ya no lo cuentes más. Vienes y me dices: oye, por favor, ayúdame a sacarlo. ¿No te parece que es un poco tarde?
Mientras escucho a Calderón relatar la anécdota, a la que no le ahorra un punto de negro sarcasmo, no puedo dejar de recordar que la última vez que le entrevisté en Madrid, con ocasión de una visita oficial en 2008, la cifra de muertos por la violencia de las bandas criminales asociadas al narcotráfico rondaba los 4.000. Llevaba él dos años al frente del Gobierno. Ahora van ya más de 30.000, y su progresión es geométrica: el año pasado fueron el doble que el anterior, y el triple que el ejercicio precedente.
¿Qué significan 30.000 muertos para una sociedad democrática y moderna como el México del siglo XXI? ¿Cómo aprehender la tragedia en términos puramente humanos? Camus explica en La Peste que la única forma de hacerse una idea cabal, de no dejarse degradar por la inhumanidad de las estadísticas, consistiría en arrastrar los cadáveres víctimas de la plaga, la gran metáfora de la violencia del siglo pasado, a una playa cercana a Orán, colocarlos en un único túmulo y recubrirlo con los rostros de conocidos y amigos.
No me cabe duda de que a Calderón le incomoda el asunto, y uno puede entender la razón. Declaró una lucha sin cuartel contra los criminales nada más tomar posesión, convirtió la batalla contra los narcotraficantes en la prioridad de su gobierno y hoy, entrando ya en la fase final de su mandato, los resultados todavía no reflejan el esfuerzo realizado, los ciudadanos se han hartado de las balaceras, de los decapitados, de los muertos sin sentido, de la sensación de inseguridad en algunas ciudades, del estado de angustia permanente.
La diplomacia mexicana se topa con dificultades para explicar en el resto del mundo que se trata de un fenómeno limitado geográficamente a determinadas zonas del país, cuyo territorio en general resulta más seguro que muchos otros en América Latina. Los críticos le acusan de haber metido al país en un avispero sin medir sus fuerzas, sin conocer bien al enemigo ni calibrar las consecuencias. Los abusos y las violaciones de los derechos humanos y las garantías constitucionales menudean. Dos excelentes estudiantes del Tecnológico de Monterrey, probablemente la mejor y más avanzada universidad del país, cayeron abatidos por error el año pasado a manos del Ejército, que luego trató de hacerlos pasar por narcotraficantes.
Y finalmente, el presidente comienza a intuir que el juicio último de los ciudadanos sobre la guerra contra el narco determinará su posición en la historia como presidente de México, independientemente de sus otros logros, que no son pocos: una recuperación económica brillante después de la crisis financiera global, una consolidación de la imagen de estabilidad económica de México en los mercados internacionales, avances notables en sanidad, educación y en general, en la mayoría de indicadores sociales, pese a la enorme desigualdad social que aún lastra el país.
Todas esas razones hacen de la violencia un asunto espinoso para el presidente. Calderón, sin embargo, no rehúye la discusión. Justo al contrario: se extiende de forma deliberada en las respuestas sin alterarse en ningún momento, y ofrece una explicación sentida y exhaustiva a todas mis cuestiones. De alguna manera, siente que la razón de la historia se encuentra de su lado. Y lo que sigue constituye probablemente el relato más honesto que yo haya escuchado en público de un alto cargo mexicano sobre la responsabilidad del Estado, actual o pasada, en la extensión de la violencia. Un discurso inaudito en muchos aspectos, especialmente en labios del presidente de la República.
Estamos sentados en la biblioteca situada junto a su despacho, en su residencia oficial en Ciudad de México, conocida como Los Pinos, donde se celebró esta entrevista el lunes de la semana pasada. La biblioteca, espaciosa y solemne, con elevadas paredes recubiertas de anaqueles de maderas de calidad, también tiene nombre. Se llama biblioteca José Vasconcelos, en memoria del político mexicano del siglo pasado al que se venera como el gran impulsor de la educación pública en el país, y contiene mayormente libros personales de Calderón, abogado de formación, que este consulta con frecuencia.
¿Por qué decide el presidente, nada más asumir el poder, el 1 de diciembre de 2006, centrarse en el combate a la violencia organizada? ¿Qué elementos le llevan a apretar el detonador que, cuatro años y pico después ha dejado un rastro inabarcable de muertos, una orgía de violencia a la que no se atisba fin? He leído declaraciones suyas, le digo, en las que sugiere que recibió advertencias antes de tomar la decisión, recomendaciones de "ahí no te metas", alusiones a chantajes, menciones a supuestas traiciones. Le pido al presidente, pues, que aclare esas alusiones veladas. ¿Hubo parte de su equipo, o del Gobierno, o de la Administración que le sugiriese, que le incitase a no afrontar esta batalla de la manera en que lo hizo?
-No, de mi Administración no.
-¿Y de Administraciones anteriores?
-Prefiero dejarlo así.
-Presidente, yo entiendo que la pregunta sobre si el Gobierno del presidente Vicente Fox
[su antecesor en el cargo y de su mismo partido, el PAN] hizo lo suficiente o no, no es cómoda, entre otras cosas, porque...
-La pregunta es bastante buena y cómoda, la que es incómoda es la respuesta.
Por un instante, el silencio parece inundar la biblioteca José Vasconcelos. Se alcanza a distinguir por primera vez el ligerísimo zumbido del aire acondicionado. Luego el presidente continúa su relato, sin aspaviento alguno.
-El hecho es que cuando yo llego a la presidencia me doy cuenta del enorme poder que han adquirido los criminales, y también entiendo que una parte medular del poder que adquirieron fue por omisión. O por asumir que puede haber cierto tipo de entendimiento con ellos. El problema es que en los lugares donde imperaba esa cultura es donde no solo más avanzaron, sino también donde resultan más violentos. Usted puede examinar y las cifras de mayor tasa de homicidios y delitos en México están en Chihuahua, en Tamaulipas y en Sinaloa, por lo menos en 2010. Estoy convencido de que de haber actuado antes el Gobierno como tal en todos los frentes, no solo combatiendo a los criminales sino reconstruyendo sus instituciones, revisando las policías, aplicando las pruebas de control de confianza o creando unidades especiales para delitos específicos como el secuestro hace rato que este problema se hubiera resuelto, o no hubiera alcanzado la magnitud que ha alcanzado.
-¿Existe alguna posibilidad de que México acabe siendo un Estado fallido?
-Pues por ahora no, afortunadamente. Cuando salió este tema nos hizo muchísimo daño. Muchos medios de comunicación, muchos, lo retomaron y eso dibujó a México como un Estado al borde de la catástrofe, que no tenía futuro.
-El origen fue un informe oficial de Estados Unidos
[del Pentágono, publicado el 25 de noviembre de 2008].
-Sí, que fue muy irresponsable y eso causó un daño brutal. Yo veo ahora el mundo y pregunto dónde están los que dijeron que México era un Estado fallido. Veo lo que está ocurriendo en Egipto, veo lo que está ocurriendo en todo el Norte de África, veo lo que está ocurriendo en Asia, veo lo que está ocurriendo en África, veo lo que está ocurriendo hace mucho tiempo en Somalia, veo lo que está ocurriendo en algunos de nuestros países de América Latina. En este país todos los días van a la escuela 36 millones de alumnos, puntualmente. El país funciona. Tenemos poderes muy fuertes separados, independientes: el Ejecutivo, el Legislativo, el Judicial. Es un país que tiene elecciones regulares. Se gana y se pierde; se debate muy fuerte, no se persigue a la prensa. Hay absoluta libertad de publicar, de presentar todos los temas en un ambiente de libertad sin precedentes en México. Es un país que funciona y que incluso en el tema más grave que tiene, que es el de la delincuencia, se le enfrenta, se le golpea severamente y a la vez se construyen instituciones. La verdad es que México está realmente muy, muy lejos de ello.
-¿Es posible que alguien en la política albergue la tentación de llegar a algún tipo de pacto de coexistencia con los criminales? Antes o después de las próximas elecciones.
-Ha salido recientemente. Hay unas declaraciones de algún exgobernador. No me preocuparon mucho, porque se desmintieron. Pero sí hay esa tesitura. Sí, la cultura política en México antes preveía que la solución era arreglarse con los criminales y ya. Cosas que encajan en la vieja cultura política donde la corrupción era un engranaje modular. Entonces el acuerdo era, mira yo no te veo porque ese es un asunto federal.... tú no me ves, todos contentos. No me meto contigo, tú no te metes conmigo y se acabó. Suponiendo sin conceder, como dicen, que eso fuera cierto, ya no tiene sentido. Eso se acabó. Porque yo no sé si funcionaba cuando ellos se dedicaban a pasar rápido y ya. Pero arreglarse con ellos, el arreglo solo consigue que les dejes las llaves del pueblo que tú gobiernas, del municipio del que tú eres alcalde, del Estado en el que tú eres gobernador, o del país del que tú eres presidente, y decirle, bueno, si tú quieres el control territorial de esto te lo dejo. ¿Cuál puede ser el arreglo conveniente? El día que quieras detenerlos, cuando están metidos en la vida de todos, no los puedes detener, ya no. Y aunque todo el mundo dice rechazar esa cultura de transa y de corrupción, mi temor es que sí hay una tentación en algunas partes porque esa cultura prevalezca. El único arreglo posible entonces sería un presidente que dé las llaves a los criminales y les diga mira, haz exactamente lo que quieras, pero con ciertos límites.
EE UU. "LA IGNORANCIA DEL SEÑOR..."
El desenlace fue rápido, pero doloroso. El sábado pasado, el Departamento de Estado dio a conocer una escueta nota sobre México titulada simplemente Ambassador Pascual. En ella se daba cuenta de que su embajador en la capital mexicana, Carlos Pascual, presentaba su dimisión apenas año y medio después de tomar posesión.
El presidente Obama lamentaba la decisión. La secretaria de Estado, Hillary Clinton, agradecía los esfuerzos del diplomático en su breve mandato e informaba de que seguiría en su puesto hasta encontrarle un sustituto, lo que daba idea de la premura con la que se tomó la medida. La nota evitaba cualquier explicación de la verdadera razón de un desarrollo inaudito en las relaciones mexicano-estadounidenses: es la primera vez que un embajador presenta su dimisión. Al menos, nadie en México recuerda un desenlace semejante. No hay relación más importante para México que la de Estados Unidos. No hay embajador con más influencia en el país que el estadounidense.
Lo cierto es que Calderón y Pascual no se dirigían la palabra y que todos los intentos del diplomático por restablecer una relación normal de trabajo habían fracasado desde que estallase la crisis el 2 de diciembre pasado. Ese día, EL PAÍS publicó una información firmada por el corresponsal en México, Pablo Ordaz, en la que se daba cuenta de un cable de WikiLeaks con opiniones devastadoras del embajador Pascual sobre el Ejército mexicano, sobre sus capacidades para la lucha contra el narcotráfico y sobre la supuesta descoordinación de las instituciones mexicanas. La embajada aseguraba, según el despacho secreto, que los militares mexicanos actúan con lentitud y tienen aversión al riesgo.
Calderón montó en cólera y no se molestó en ocultarlo. Es más, se ocupó de que su malestar con Pascual resonase alto y claro en Washington. La estrategia comenzó con una entrevista al diario El Universal, en la que declaró: "Yo al embajador estadounidense no tengo por qué decirle cuántas veces me reúno con el gabinete de seguridad ni qué digo; la verdad es que no es un asunto de su incumbencia. No acepto ni tolero ningún tipo de intervención. Pero la ignorancia del señor se traduce en una distorsión de lo que ocurre en México y se cae en una afectación y una molestia en nuestro propio equipo".
Y prosiguió en Washington, donde en una reunión con la dirección del diario estadounidense The Washington Post afirmó sobre el polémico cable: "Es difícil, cuando ves el coraje del Ejército. Por ejemplo, ellos han perdido probablemente 300 soldados... y de pronto alguien en la embajada americana dice que no son lo suficientemente valientes".
El día que se celebró esta entrevista, el embajador no había dimitido todavía. Pero buen conocedor de los delicados mecanismos que regulan las relaciones entre ambos países, resulta más que probable que Calderón ya supiese que la presión que había ejercido era más que suficiente.
-¿Se habla usted con el embajador Carlos Pascual?
-Generalmente, el trato con los embajadores lo lleva la Cancillería, salvo algunos casos excepcionales.
Se trata de la primera vez, en toda la conversación, en la que Calderón se muestra abiertamente incómodo. Piensa varios segundos antes de responder, se revuelve en su asiento, se echa para atrás, levanta el brazo.
-Lo digo porque usted le ha llamado ignorante. Yo tengo dudas de que un embajador pueda seguir en su cargo cuando el presidente del país le califica públicamente de ignorante.
-En ese tema ya he dicho todo lo que he tenido que decir y para mí es muy importante la relación con Estados Unidos y es una relación muy compleja y mucho más amplia que el tema relativo a las personas.
-Es innegable que las críticas del embajador sobre la lentitud y la aversión al riesgo del Ejército en la lucha contra la violencia y la descoordinación de los organismos en México encargados de la lucha contra la violencia causaron mucho malestar aquí.
-Hay muchas cosas, pero insisto, para mí es un tema en el que está ya señalado lo que debía señalar.
Efectivamente, eso era lo fundamental. El embajador dimitía cinco días después. El presidente continúa su relato.
-Y sí quiero reiterar, primero, claro que el Ejército mexicano es un Ejército valiente, un Ejército popular, un Ejército leal y un Ejército eficaz, en general las Fuerzas Armadas, la Marina también y ahora la Policía Federal; y segundo que una de las grandes aportaciones que ha tenido esta etapa tan dura es que hemos construido una institucionalidad a nivel federal de una coordinación me atrevo a decir sin precedentes. Yo doy seguimiento personal cada semana en reuniones del gabinete de seguridad y diariamente me reúno por lo menos una o dos horas con algunos de los miembros del Gabinete para abordar los temas y eso ha contribuido a generar una coordinación que a la vez se traduce en resultados cada vez más eficaces.
El fiasco Pascual, sin embargo, constituye con toda probabilidad tan solo la muestra más visible de una relación que no ha acabado de funcionar bien desde el principio. La llegada de la Administración Obama supuso unos meses iniciales de dificultad para establecer una relación de trabajo, con el interés del nuevo presidente centrado sobre todo en Oriente Medio y Asia.
El tirón de la demanda de droga no cede, el tráfico de armas desde el sur de Estados Unidos hacia México se incrementa y los pactos que Calderón firmó con el presidente George Bush, denominados Plan Mérida, con los que el mexicano contaba para sostener la batalla que inició con su mandato se retrasan continuamente por asuntos administrativos.
-Usted insiste en sus discursos en que Estados Unidos debería antes que nada atajar su consumo. ¿Por qué lo plantea como algo crucial, si sabe que no va a suceder?
-Porque sí se requieren políticas públicas que desalienten e inhiban el uso de drogas como una parte de una solución completa, integral, holística, como se dice de repente, convergente como dicen los americanos. Es una parte que no puedes olvidar. Segundo, otra cosa muy importante que hemos platicado el presidente Obama y yo en mi reciente visita a Washington es el tema de armas.
-Pero la venta y tráfico de armas de Estados Unidos hacia México no solo no baja, sino que está aumentando. Y usted ha declarado que Estados Unidos no coopera lo suficiente a nivel institucional.
-Bueno, vamos por partes. Ciertamente a mí desde niño me dijeron que nunca iba a ganar el PAN y eso no fue cierto; y también cuando fui candidato, me dijeron nunca vas a ganar, y tampoco fue cierto; entonces eso de que nunca va a ocurrir ...yo por lo menos lo pongo en duda. El tráfico de armas sí puede bajar.
-Puede bajar, pero no ha bajado.
-Si Estados Unidos restableciera la normativa que estableció el presidente Clinton bajaría, y eso está en el ámbito político [George Bush dejó expirar en 2004 una norma de Clinton que prohibía la venta de armas de asalto en EE UU. Obama no la ha restablecido, pese a las peticiones de Calderón]. El presidente Obama es político y yo también soy político. Y lo primero que tienes que hacer para ganar una batalla es ir por ella o al revés, lo primero que tienes que hacer para perderla es simplemente rendirte. En el tema de las armas yo no me voy a rendir. Al contrario, mejor presionar, porque es un tema fuerte. La normativa terminó en 2004. En 2005 tú ves claramente como empiezan tanto los decomisos de armas como los incidentes de violencia entre bandas criminales. Eso es un factor estructural del problema.
-Presidente, súmele todo: el aumento del tráfico de armas, la falta de cooperación institucional, los rezagos administrativos al plan Mérida, todo eso son declaraciones suyas que yo he leído. Usted llegó, demostró mucha energía para combatir este fenómeno. Después de cinco años, ¿siente un punto de decepción, que EE UU no le ha ayudado todo lo necesario en esta batalla?
-Más que decepción ha sido un reclamo permanente, y no a lo último, es desde el primer día. De hecho la iniciativa de Mérida salió por eso. Y creo que en esos temas no hay que cejar nunca en la insistencia. Y es lo que yo he hecho. Sí debo decir que a partir de mi visita con el presidente Obama acordamos avanzar en todos los temas y eso me parece muy bien. Así que no hay decepción. Porque aquí yo sigo también al fundador del PAN, Manuel Gómez Morín. Una frase brillantísima suya: "Que no haya ilusos para que no haya desilusionados". Tengo perfectamente las expectativas de lo que puede o no puede ocurrir. Pero también soy consciente de que hay decisiones muy grandes que en política sí se pueden hacer. Por eso lucho con todo por ellas.
LA SUCESIÓN Y SUS RITOS
A los ritos de sucesión propios, México suma ahora la agitación preelectoral de las democracias modernas. Durante las siete décadas de hegemonía del Partido Revolucionario Institucional (PRI), el presidente elegía a su sucesor a discreción. Se le daba a conocer al pueblo en el momento elegido, el conocido destape, y a continuación este era debidamente entronizado en elecciones de cuya limpieza dudaban todos, menos el propio PRI. Y así, cada seis años.
La elección del año que viene puede suponer la vuelta del viejo partido de régimen al poder tras dos sexenios del conservador Partido de Acción Nacional (PAN), la formación del presidente Calderón. La izquierda del Partido Revolucionario Institucional (PRD) sigue destrozándose en una guerra civil aparentemente interminable, en el PAN no despunta nadie, de momento, y el PRI lidera las encuestas con un candidato muy destacado.
Bastan unos días en el Distrito Federal para darse cuenta de que no existe otro tema de conversación en los cenáculos de la capital mexicana, y que la atención del país se centra ya en los comicios del año que viene con una intensidad tal que parecería eclipsar, al menos en términos de eficacia política, al todavía ocupante de Los Pinos. Aunque su mandato finaliza el 1 de diciembre de 2012, las elecciones se celebran en julio, por lo que durante seis meses Calderón tendrá que convivir con un presidente electo, lo que de alguna manera restringe aún más su futuro político. A partir de ahora, su capacidad de llegar a pactos en las Cámaras se irá reduciendo de forma progresiva. Privado de la posibilidad de la reelección, le digo al presidente, con el país sumido en todo tipo de cábalas preelectorales, ¿tiene usted todavía alguna gran meta para lo que le queda de mandato? ¿Algún objetivo que crea que pueda conseguir en términos políticos?
-Vaya, todos. ¿No? En primer lugar, probablemente, el país, la opinión pública, los ciudadanos, puedan estar pensando en la elección el próximo año y eso es normal. Además eso es deseable. Que lo piensen. Además, que lo piensen muy bien. Pero yo estoy en mi tarea, en mis metas y en mis objetivos. En términos taurinos lo que viene es el tercer tercio, en lo que estamos es el de la faena y es precisamente la audacia y es el de más cosas.
-Cite uno o dos en concreto.
-Uno concretísimo: la cobertura universal de salud, por ejemplo, que es una meta que le gustaría lograrla para cualquier nación desarrollada o no. El presidente Obama dio una batalla campal el año pasado y antepasado por la reforma de salud, para avanzar un poco en la cobertura pero no va a alcanzar la cobertura universal. Nosotros vamos a alcanzar cobertura universal de salud y eso lo tengo clavado y quiero terminar la presidencia de la República dejándole a México cobertura universal de salud. Es decir, médico, medicinas y tratamiento para cualquier mexicana o mexicano que lo necesite. Y para eso hemos hecho la mayor obra de infraestructura sanitaria de salud de México en la historia; en cuatro años hemos hecho más de 1.000 hospitales o clínicas nuevas y hemos remodelado y ampliado otras 1.500.
-¿Ese es el punto por el que le gustaría ser recordado?
-Usted me ha pedido un ejemplo o dos y yo estaba entrando en el primero. Le puedo dar otro, por ejemplo en materia de infraestructura. La mayor obra de infraestructura que se ha hecho en México se ha hecho ahora, por lo menos en el pasado reciente del México moderno, en el último medio siglo. Nosotros hemos construido o modernizado casi 16.000 kilómetros de carreteras en cuatro años, que es más que todo lo que se hizo en México en toda la década de los noventa. A mí me gusta estar incluso realizando los tramos carreteros, el avance, cómo van cumpliendo las constructoras. No puede meterse un presidente en los detalles, pero sí me gusta saber por qué y cómo se cumple una meta. Y el tercer tema, evidentemente, me pidió dos, pero el tercero para mí es dejar una sólida base institucional que permita a México no solo seguir enfrentando sino resolver definitivamente el problema de seguridad pública que tenemos. Y en esto también hemos avanzado.
-Su partido ha ensayado alianzas con la izquierda en varios Estados para frenar al PRI. ¿Es posible que suceda algo similar en 2012 para evitar la vuelta del PRI al poder?
-No lo sé, francamente. Yo lo veo muy remoto. Soy escéptico. Pero vaya, si me hubiera preguntado hace dos años si veía alianzas entre el PAN y el PRD en los Estados también le hubiera dicho que era muy remoto.
-Y sin embargo ha sucedido. Quiero decir: ha sucedido con éxito.
-Ha sucedido con éxito, efectivamente. Yo creo que depende. Al PRI le preocupan mucho. Pero la paradoja es que las alianzas son una función directa del antipriismo que el propio PRI suele suscitar.
-La percepción generalizada, corríjame si no es así, es que su partido no dispone ahora mismo de un candidato claro y potente.
-No, ahora mismo, no.
-¿Por qué?
-En México el presidente de la República no es jefe de bancada, no es jefe de su partido, no puede ser candidato y sin embargo es la figura, querámoslo o no, la más destacada del partido en el Gobierno. Y eso evidentemente genera condicionantes distintas entre quienes puedan sucederlo. Ahora bien, también se verá este año o el próximo que comenzará a crecer la figura de quien sea el candidato y a reducirse la del propio presidente, lo cual es bueno para el partido.
NACIONALISMO CONTRA CRECIMIENTO
La de la economía resulta seguramente la más descarnada de las paradojas que constituyen México. Gigantescas empresas líderes en América Latina y en el mundo conviven con un tejido industrial medio de una fragilidad inconmensurable. La desigualdad en la distribución de la renta provoca violentos contrastes: zonas plenamente incorporadas al mundo desarrollado pespuntean amplios espacios de rezago económico y social. Una riqueza en recursos petroleros que fue legendaria sostiene una industria, Pemex, estatal, en declive los últimos años, plagada de ineficiencias, incapaz de lograr los recursos con los que reinventarse. Los políticos mexicanos debaten desde hace años sobre si modificar o no la Constitución para facilitar el acceso de la industria extranjera a los recursos petroleros mexicanos, una discusión imposible, plagada de prejuicios nacionalistas. Unos ingresos fiscales crónicamente deficientes impiden al Estado acometer las necesidades de modernización del país. Así terminamos la conversación. ¿Se puede construir un Estado moderno cuando la recaudación fiscal es directa es apenas del 10% del PIB?, le pregunto a Calderón. ¿Es suficiente eso para el México al que sus ciudadanos legítimamente aspiran?
-No, no es suficiente. Claramente no. Se requiere una reforma tributaria. Ya hemos hecho dos de ellas, que han sido avances significativos, que en conjunto representan casi el 2% del PIB de recaudación. De hecho, yo a finales de 2009 presenté una propuesta muy ambiciosa al respecto y finalmente no pasó, o pasó solo una pequeña parte.
-¿Qué parte pasó?
-Pues una pequeña parte, que fue un aumento junto al IVA y sin que se ampliara la base; es decir, reforma insuficiente. Pero bueno. Ha habido una gran resistencia política, básicamente del PRI y del PRD, por hacer la reforma fiscal que se necesita en México.
-Los ingresos del Estado dependen excesivamente de Pemex y las previsiones para la próxima década son claramente descendentes. Ya sé que eso será un problema de sus sucesores, no suyo. Pero ¿no cree que dos sexenios del PAN deberían haber sentado las bases fiscales para México moderno y con futuro...?
-El hecho relevante aquí es que han sido Gobiernos sin mayoría, y con una oposición claramente orientada a bloquear una reforma tributaria de fondo. El presidente Fox lo intentó varias veces, y yo lo he intentado. Seguimos intentándolo. Pero aquí es donde pienso que las imputaciones políticas de coste y beneficio por los electores respecto a los partidos que se responsabilizan de sus decisiones es fundamental. Qué duda cabe de que la imposibilidad de una reforma tributaria ha venido por ese lado. No por falta de voluntad del Gobierno, sino por falta de voluntad de la oposición.
-Siguiendo con Pemex. Encontré esta afirmación de un analista: "Brasil se está convirtiendo en una potencia petrolera mundial y México está frenado por las restricciones legales, por el populismo de los políticos y la corrupción de los sindicatos". ¿Con qué parte de esta afirmación no está de acuerdo?
-Coincido plenamente en que la gran reforma que se hizo en Brasil, y por cierto la hizo Cardoso, está dando mayores frutos allá. Y que es la gran pendiente de México.
-¿Qué le falta entonces a México para estar ahí, en la cabeza del grupo de países emergentes?
-Algunas cosas estamos realmente en la cabeza, a lo mejor no somos vistos así...
-¿Es solo un problema de percepción?
-No solo, pero hay también un asunto de percepción. Yo suelo decir una cosa. Lo que sí me queda claro es que hay una diferencia sustancial entre Brasil y México. Que todos los brasileños, desde el presidente hasta el último de los brasileños, en cualquier parte del mundo y en cualquier momento habla maravillas de su país, y qué envidia. Y en cambio, una de las grandes especialidades es hablar mal de México.
-Debe ser algo cultural. No es muy distinto en España.
-No sé, pero hay algo cultural ahí, hay algo cultural fuerte. Hay gente muy destacada en México, muy inteligente, brillante, que esa inteligencia y esa brillantez no la utiliza. Cuando va a hablar de México por ejemplo en alguna universidad igual lo que habla es al revés. Todo lo que pueda decir mal del país lo dice con extraordinaria nitidez. Río de Janeiro tiene una tasa de homicidios de unos 83 homicidios por cada 100.000 habitantes contra 14 de México. Y sin embargo, Río de Janeiro va a organizar la Copa del Mundo y los Juegos Olímpicos. Tenemos una política internacional muy activa, contribuimos con lo que podemos en las mejores causas sin estar reclamando para nosotros un lugar permanente en el Consejo de Seguridad. En la parte petrolera, como dije al principio, sí tenemos un problema por las restricciones políticas, laborales, por prejuicios. Eso ha impedido que México sea la potencia petrolera que está llamada a ser.
-Usted también ha dicho, hablando de la reforma que Pemex necesita: si la lógica imperara, la reforma ya se habría aprobado. ¿Qué lógica impera entonces?
-Presenté una reforma bastante ambiciosa y la lógica que imperó finalmente es la del prejuicio del nacionalismo. Se le impide a Pemex hacer alianzas estratégicas, cosa que hizo que Petrobras detonara, y se le impide por los prejuicios políticos, en este caso del PRD, del PRI, que impidieron que la reforma fuera más allá. Un partido que no tiene mayoría tiene que alcanzar los acuerdos que le permite su representación parlamentaria. Eso fue lo que pasó. Eso atrasó más a México.

EDUCACIÓN

Asignatura pendiente: Europa

14 marzo 2011
La Comunitat Valenciana será la primera región europea que impartirá una nueva asignatura optativa dirigida a los alumnos de segundo de Bachillerato sobre la Unión Europea. Esta materia, auspiciada por la Secretaría Autonómica de Relaciones con el Estado y con la Unión Europea, abordará la organización y funcionamiento de las instituciones comunitarias y se implantará en el curso académico 2011-2012.
El vicepresidente del Gobierno Valenciano, Vicente Rambla, ha presentado oficialmente estainiciativa pionera en el ámbito europeo. “Esta propuesta se enmarca en la necesidad que nuestra sociedad conozca la importancia de las instituciones europeas”, ha explicado Rambla, quien ha recordado que “hoy en día el 70% de las normas que nos rigen emanan de la Unión Europea”.
Esta asignatura, que se denomina “Unión Europea: organización y funcionamiento”, se incluirá en el próximo curso académico 2011-2012 e irá destinada a los alumnos de segundo de Bachillerato como materia optativa. El temario será impartido por profesores de historia y geografía en los más de 500 centros públicos, privados y concertados de la Comunitat Valenciana, y tendrá una carga lectiva semanal de 4 horas. Ello supone que en un curso académico convencional se impartirá un total de 140 horas.
Por otra parte, esta materia dará a conocer la noción de ciudadanía europea y los derechos que ella comporta, así como las nuevas posibilidades que ofrece para nuestros jóvenes. También explicará los principales ámbitos de actuación de la UE, en particular aquellos con mayor incidencia en la vida cotidiana de los ciudadanos europeos.

jueves, 3 de marzo de 2011

Habla Vargas Llosa en la UAM: “nunca tuve facilidad para escribir”

Ciudad de México

“La cultura nació para defendernos contra la infelicidad”, zanja Mario Vargas Llosa.
El Nobel de Literatura 2010 se presentó ayer ante mil jóvenes reunidos en la explanada de la Rectoría de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM). Próximo a cumplir los 75 años, les habló con la “autoridad de un viejo”.
“Como seres humanos estamos dotados de una condición privilegiada y trágica: imaginar vidas distintas a las que tenemos, y no sólo imaginarlas sino desearlas”, dijo el escritor en su primera visita a México desde que recibiera el Nobel.
La felicidad de Vargas Llosa proviene de haber sido fiel a su vocación literaria después de haber ensayado otras posibilidades como la enseñanza, la abogacía o el periodismo.
Sentado en un café madrileño, mientras escribía una novela, tomó la decisión más importante de su vida: dedicar su tiempo y energía a la escritura y sólo buscar “trabajos alimenticios” que no lo distrajeran de su oficio.
Aquel joven estudiante de doctorado se convenció de que sería infinitamente infeliz si renunciaba por razones prácticas a la literatura.
“Nunca tuve facilidad para escribir, desde joven supe que me requería un gran esfuerzo (...) De todas maneras esas frustraciones significaban un placer, una forma de placer que sólo pueden entender aquellos que dedican su vida a algo que les gusta”, expuso en la conferencia Poder y educación superior.
En el campus universitario, Vargas Llosa habló sobre la que considera es una tarea fundamental de la universidad: ayudar a los jóvenes a encontrar su vocación.
“Es un grave error elegir la profesión que va a comprometer nuestra vida, pensando sólo en el beneficio económico porque nos conduce inevitablemente al fracaso, a la frustración”, planteó.
“La cultura de nuestro tiempo ha identificado la felicidad con el éxito económico”, agregó.
Es preferible, afirmó, una existencia modesta pero de acuerdo consigo mismo que “vivir en la mentira, la frustración y el fracaso aunque se esté rodeado de prosperidad”.
Lanzó una promesa a los universitarios: “Recordarán estos años como los mejores”. Volvió a su propia biografía para ejemplificarlo: en la Universidad de San Marcos, se encontró con la historia del Perú –que lo llevó a pensar en convertirse en historiador–, y con la libertad.
San Marcos cargaba con una tradición de rebeldía, inconformismo e iconoclasia que en tiempos de la dictadura del general Manuel Arturo Odriá Amoretti (1948-1956) le pasó factura con el exilio de profesores e infiltrados en sus patios.
“En la universidad nació mi identificación con la libertad y la democracia y el rechazo a cualquier forma de tiranía, sojuzgamiento y represión del espíritu independiente”, recordó.
Ahí también nació su manera de entender la literatura.
“Una literatura que quiere transmitir mensajes políticos está condenada a fracasar porque impide que surja la magia de la ficción y provoca el rechazo del lector que se siente manipulado y dirigido desde las sombras para tener determinadas reacciones sicológicas o emocionales”.
Vargas Llosa, quien esta noche clausurará el Congreso Internacional de Innovación Educativa, recordó el poder de la ficción.
“La buena literatura no describe la realidad, crea otra realidad, distinta, paralela, más perfecta y bella”.

Un mundo de autómatas

En su discurso, Vargas Llosa criticó la especialización excesiva en las universidades. Por la mañana se había reunido con rectores de instituciones de educación superior.
“Un mundo de especialistas es un mundo de autómatas que saben mucho de su especialidad y nada de lo demás”, expuso.
Abogó por la enseñanza de las humanidades, que en los programas de educación formulados por los gobiernos aparecen como “saberes prescindibles”.
“Esa no puede ser la tarea de la universidad: crear un mundo de seres especializados y autómatas”.
Vargas Llosa finalizó: “El verdadero éxito en una sociedad es haber reducido al máximo la infelicidad humana o preparar a la agente para resistir el infortunio o el fracaso”.
El escritor estuvo acompañado por el rector general de la UAM, Enrique Fernández Fassnacht; la presidenta del Conaculta, Consuelo Sáizar, y Jaime Salinas, director general adjunto de Alianza Educativa Eureka.
Nuestro problema externo es interno

Lorenzo Meyer
Peculiaridad mexicana. Hoy se reúnen en Washington, DC Felipe Calderón y Barack Obama. Este encuentro obliga a examinar la capacidad de negociación del gobierno de nuestro país con unos Estados Unidos cuya presencia es tan abrumadora que casi cubre la totalidad del horizonte internacional mexicano.
No es necesario recurrir a los documentos internos del gobierno norteamericano que han sido publicados por Wikileaks, para suponer que Washington debe tener serias reservas en relación a las capacidades del actual gobierno mexicano para cumplir con uno de los papeles que desde hace tiempo le ha asignado a nuestro país: el de mantener la estabilidad en su frontera sur. Sin embargo, los inesperados papeles de Wikileaks confirman la sospecha de que a Washington le preocupa México.
La enorme asimetría de poder entre México y el vecino del norte –que a partir de la desaparición de la URSS es la única gran potencia–, ha hecho que algunos de los instrumentos clásicos de la política del poder entre las naciones –la fuerza militar, las alianzas, la capacidad de la economía, la dimensión territorial o demográfica del país, entre otros–, no signifiquen gran cosa en la relación México-Estados Unidos. En esas peculiares condiciones, resulta que para nuestro país y desde el siglo XIX, la mejor política externa ha sido contar con una sólida política interna: una basada en el más amplio conceso posible en torno a la agenda nacional. Sólo en esa condición se puede minimizar la posibilidad de que los responsables del gobierno en Washington nos definan como un problema y decidan actuar en consecuencia.
Desafortunadamente, desde hace ya tiempo el proceso político mexicano está muy alejado del consenso y hoy aparece como un tejido lleno de agujeros. Como nuestra economía no cumple aceptablemente con las exigencias materiales mínimas que el país demanda, muchos mexicanos se ven empujados a buscar oportunidades en el mundo de la ilegalidad, de la criminalidad y el narcotráfico (véase el documento de la SSP publicado en La Jornada del 28 de febrero) o a emigrar a Estados Unidos. México lleva más de tres lustros como parte de la integración económica de la América del Norte, pero su democracia y sus sistemas de seguridad y justicia permanecen muy lejos de las normas de legalidad y convivencia que se supone deben privar en esa región. En fin, que hoy el principal instrumento de negociación del gobierno de México con el exterior –la legitimidad de su régimen político, la fuerza de sus instituciones y la buena marcha de sus asuntos internos– está mellado y eso, inevitablemente, le debilita en el esfuerzo por defender el interés nacional, como quiera que se le defina.
Como resultado de la derrota militar de México frente a Estados Unidos en la guerra de 1846-1848 primero, y luego por la pérdida de influencia de Europa en nuestro país tras el fracaso de la aventura francesa de 1862-1867 y el debilitamiento posterior de la posición británica en México a inicios del siglo XX, México terminó por quedarse solo frente a Estados Unidos. Fueron esas condiciones las que llevaron a que la mejor defensa del interés mexicano fuera evitar que Washington se preocupase por nuestros problemas, fuesen estos políticos, económicos, legales, de seguridad, sociales o una combinación de ellos. Hoy, pese a que la Casa Blanca tiene sus manos llenas con sus dificultades en el mundo islámico, ya no puede ignorar que al otro lado de su frontera sur hay un sistema político que está siendo rebasado por sus retos.
2000 y, peor aún, 2006. A partir del acuerdo entre el presidente Plutarco Elías Calles y el embajador norteamericano Dwight Morrow en 1927, Washington encontró conveniente aceptar al régimen priísta porque mantenía el control político del país y porque, no obstante cierta retórica nacionalista, izquierdista y antiimperialista, en la práctica cooperaba con Estados Unidos en el contexto internacional. Sin embargo, ese sistema envejeció, se hizo obsoleto y en el 2000 México inició lo que se suponía una nueva era política, una de cambio impulsado por una legitimidad revitalizada, democrática. Sin embargo, no fue ese el caso. Y al final del 2006, la embajada norteamericana en México tuvo que admitir, según el despacho del 15 de noviembre de 2006 y hecho público por Wikileaks, que el primer gobierno post priísta encabezado por Vicente Fox, estuvo “lejos de ser perfecto”. El espacio político que se abrió entonces como consecuencia de la derrota electoral del PRI, fue desaprovechado como resultado de la falta de visión, de estrategia y de capacidad política del nuevo gobierno. Ni las instituciones ni la clase política mexicanas, concluyó la embajada, estuvieron a la altura de la ocasión. La oposición detectó pronto la debilidad del “primer presidente realmente electo democráticamente” y lo desafió con éxito en cada oportunidad, al punto que su único gran logro fue haber ganado la elección.
Desde la perspectiva de la embajada norteamericana, y según el mismo documento, sólo tres instituciones parecieron funcionar en el sexenio foxista: las electorales, la Suprema Corte de Justicia y el Banco de México. Sin embargo, ya antes había reducido las tres a dos. En un informe del 1° de septiembre, la embajada ya había aceptado que el aparato electoral –IFE y TEPJF– había quedado dañado por las dudas que generaron los resultados electorales de ese 2006.
A ojos del representante del gobierno norteamericano a la falta de instituciones “bien preparadas para (hacer funcionar a) la joven democracia multipartidista de México”, se añadía otro tema aún más preocupante, por inmediato: la debilidad de Felipe Calderón. En el despacho ya citado del 1° de septiembre del 2006, el embajador Tony Garza sostuvo que Calderón iba a tener que asumir la Presidencia en “la situación de mayor debilidad política posible” pues no sólo la oposición no aceptaba como legítima su victoria, sino que también le fallaba el apoyo de Fox y de su partido. En esas condiciones, y según el embajador, Calderón necesitaba de “un fuerte respaldo del gobierno norteamericano”. Garza señaló que las felicitaciones inmediatas tras la declaración del IFE que el panista había sido el candidato más votado, debía reforzarse con otra cuando el TEPJF confirmara esa victoria. Por lo pronto el diplomático ya se había reunido un par de veces con el futuro Ejecutivo mexicano para “hacerle patente nuestro apoyo” y se proponía seguirle respaldando, pues de lo contrario existía el riego de que la debilidad del nuevo gobierno se tradujera en una parálisis de “nuestros asuntos más importantes”.
Los documentos publicados hasta ahora no especifican la naturaleza puntual de esa agenda norteamericana en México. Sin embargo, no es difícil de imaginar y, en todo caso, la experiencia histórica muestra que el apoyo de Estados Unidos o de cualquier gran potencia a un México en estado de debilidad, tiene un precio. Y que ese precio termina por ser una disminución en la soberanía.
Desde el inicio de la administración calderonista, la guerra al narcotráfico (o campaña, para otros) absorbió el grueso de la energía política del gobierno federal. En ese punto coincidieron los intereses del calderonismo, necesitado de una imagen pública de líder fuerte, y los del gobierno norteamericano, que respondió en 2008 con la Iniciativa Mérida –formalmente una iniciativa de Calderón para el combate bilateral al narcotráfico–, pues desde hace ya un siglo Estados Unidos insiste en demandar a otros el combate a la producción y trasiego de sustancias prohibidas.
Ahora bien, los propios documentos publicados por Wikileaks y elaborados ya en la época del nuevo embajador norteamericano, Carlos Pascual, muestran que en paralelo con las expresiones públicas de beneplácito de la Casa Blanca por el gran valor mostrado por Calderón en la lucha contra los cárteles de la droga, están las críticas internas por la ineficacia y la extendida corrupción del aparato encargado de esa política, (véase al respecto, y como ejemplo, los cables de l5 y 28 de octubre y 17 de diciembre de 2009 y 29 de enero de 2010).
Resumen. La debilidad de la estructura institucional de México y de su sistema político, más el poco éxito de la campaña contra el narco, dificultan hoy la defensa del interés nacional en las negociaciones con Estados Unidos. En esta coyuntura, una opinión pública inconforme y exigente en la defensa de la soberanía puede y debe contribuir a disminuir las pérdidas en este campo.