14 julio 2010
Discurso de la secretaria Clinton sobre importancia de la sociedad civil
Habló en Cracovia durante una reunión de la Comunidad de Democracias
A continuación la traducción de fragmentos del discurso pronunciado por la secretaria de Estado Hillary Rodham Clinton el 3 de julio en Cracovia (Polonia), en el marco de una reunión de la Comunidad de Democracias:
(comienza la transcripción)
Departamento de Estado de Estados Unidos
Oficina del Portavoz
3 de julio de 2010
Oficina del Portavoz
3 de julio de 2010
Declaraciones de la Secretaria de Estado Hillary Rodham Clinton
“La sociedad civil: Apoyo a la democracia en el siglo XXI", en la Comunidad de Democracias
3 de julio de 2010
Teatro Slowacki
Cracovia, Polonia
3 de julio de 2010
Teatro Slowacki
Cracovia, Polonia
SECRETARIA CLINTON: Estoy encantada de estar aquí junto a todos ustedes. Quiero agradecer a mi amigo, el ministro de Relaciones Exteriores Sikorski por recibirnos aquí, en este entorno absolutamente magnífico, y por el excelente discurso en el que resumió tan bien lo que debe ser la agenda para nosotros, los miembros de la Comunidad de Democracias.
La idea de aunar a los países libres con la finalidad de fortalecer las normas e instituciones democráticas se generó como una iniciativa conjunta entre uno de los predecesores de Radek y uno de los míos: el ministro Geremek y Madeleine Albright. Y hace diez años que fueron los visionarios. Al principio fue inicialmente una empresa conjunta estadounidense-polaca. Y no se me ocurre mejor lugar donde celebrar la ocasión que aquí en Cracovia. Gracias Madeleine, y gracias al recuerdo del ministro Geremek.
(Aplausos).
Me parece que ya escucharon al ministro de Relaciones Exteriores Sikorski enumerar algunas de las razones por las que Polonia es un ejemplo de lo que las democracias pueden lograr. Tras cuatro décadas de privaciones, estancamiento y miedo bajo el comunismo, la libertad amaneció. Y no solamente fueron las libertades personales las que el pueblo pudo otra vez recuperar, sino que el PIB per cápita de Polonia es actualmente nueve veces mayor de lo que era en 1990. Y en medio de una recesión global profunda la economía de Polonia sigue creciendo.
Se mire por donde se mire, Polonia es también más fuerte políticamente. En abril todos nos dolimos de la desgracia que sufrió Polonia cuando un accidente de avión le costó la vida al presidente polaco, a la primera dama y a muchos otros funcionarios del Gobierno. Fue una de las pérdidas más grandes de líderes que jamás haya sufrido un país en la historia moderna. Pero es un reconocimiento a la evolución política de Polonia que, luego del accidente, las instituciones del país nunca fallaron. Y los comicios que se celebrarán mañana seguirán adelante para elegir a un nuevo presidente por medio de elecciones libres y justas.
Ahora bien, yo sostendría que este progreso no fue ni fortuito ni inevitable. Fue consecuencia de la labor de toda una generación para mejorar la gobernabilidad, hacer crecer al sector privado y fortalecer la sociedad civil. Esos tres elementos esenciales de un país libre –gobierno representativo, mercados que funcionen bien y sociedad civil– funcionan como las tres patas de un taburete. Levantan y sostienen a los países en su búsqueda de normas más altas de progreso y prosperidad.
También, quiero ser la primera en admitir que ninguna democracia es perfecta. De hecho, nuestros fundadores fueron lo suficientemente inteligentes como para consagrar en nuestros documentos básicos la idea de que tenemos que seguir avanzando hacia una unión más perfecta. Porque, después de todo, las democracias recurren a la sabiduría y el criterio de seres humanos imperfectos. Pero las democracias reales reconocen la necesidad de cada uno de los elementos del taburete de tres patas. Y las democracias que fortalecen esos tres sectores de la sociedad pueden ofrecer resultados extraordinarios para sus pueblos.
Hoy me gustaría enfocarme en una de las patas del taburete: la sociedad civil. Los mercados y la política suelen recibir mayor atención, pero la sociedad civil es igual de importante y afianza la gobernabilidad democrática y la prosperidad generalizada. De hecho, Polonia es un ejemplo de cómo una sociedad civil dinámica puede producir progreso. Los héroes del movimiento Solidaridad, personas como Geremek, Lech Walesa y Adam Michnik, y millones de otros, sentaron las bases de la Polonia actual. Ellos sabían lo que el pueblo polaco quería y se merecía más de su país, y transformaron ese conocimiento en uno de los movimientos más grandes de la historia, en favor de un cambio positivo.
Eso sí, no todos los países tienen movimientos de la sociedad civil en la escala de Solidaridad. Pero la mayoría tiene un colectivo de activistas, organizaciones, congregaciones, escritores y periodistas que trabajan por medios pacíficos para alentar a que los gobiernos tengan mejor desempeño, a que mejoren en favor del pueblo. No todas esas organizaciones, o personas, son igual de eficaces, por supuesto. Y representan una amplia gama de opiniones. Habiendo estado tanto en una ONG y dirigido ONG, como estado en el gobierno, yo sé que a veces es difícil tratar con una ONG cuando se está en el gobierno.
Pero no importa si el objetivo son mejores leyes o menos delitos, o aire más limpio, o justicia social o protección al consumidor, o empresariado e innovación, las sociedades se movilizan cuando los ciudadanos que conforman estos grupos están facultados para transformar los intereses comunes en acciones comunes que sirvan al bien público.
Reunidos aquí en la víspera del festivo del Cuatro de Julio en Estados Unidos, fecha en que conmemoramos nuestra independencia, quiero comentar por qué el tema de la sociedad civil es tan importante para los estadounidenses. Nuestra independencia fue producto de nuestra sociedad civil. Nuestra sociedad civil fue pre-política. Y fue solamente gracias al debate, la discusión y el activismo cívico que los Estados Unidos de América pudieron llegar a ser. Nosotros éramos un pueblo antes de ser nación. La sociedad civil no solo ayudó a crear nuestro país, sino que también ayudó a sostenerlo e impulsarlo hacia el futuro. Representantes de la sociedad civil fueron los primeros en reconocer que las colonias estadounidenses no podían seguir sin un gobierno democrático. Y después de ganar nuestra independencia fueron los activistas quienes ayudaron a instalar nuestra democracia. Reconocieron rápidamente que eran parte de una lucha más amplia en favor de los derechos humanos, la dignidad humana, el progreso humano.
La sociedad civil ha desempeñado un papel esencial a la hora de identificar y erradicar las injusticias que a lo largo de nuestra historia han distanciado a nuestro país de los principios sobre los que fue fundado. Fue la sociedad civil, a fin de cuentas, la que nos dio a los abolicionistas que lucharon con las maldades de la esclavitud, a las sufragistas que hicieron campaña por los derechos de la mujer, a los caminantes de la libertad que exigían la igualdad racial, a los sindicatos que defendieron los derechos del trabajador, a los ecologistas que ayudaron a proteger nuestro planeta y clima.
Yo comencé mi vida profesional en el sector de la sociedad civil. La ONG para la que trabajé, el Fondo de Defensa de la Niñez, se dedicaba a ampliar las oportunidades educativas para niños pobres y niños con discapacidades, y a resolver los desafíos que encaraban los jóvenes en la cárcel.
Eso sí, yo sería la primera en decir que nuestra labor no transformó nuestro país ni rehízo nuestro gobierno de la noche a la mañana. Pero cuando esa clase de activismo se multiplica a lo ancho de un país con el trabajo de cientos, incluso miles de ONG, el resultado es un cambio real, duradero y positivo. Por ello, el compromiso con fortalecer la sociedad civil ha sido una de las constantes de mi carrera pública como primera dama, senadora y ahora secretaria de Estado. Pude trabajar con ONG de Eslovaquia que se plantaron y ayudaron finalmente a derrocar un gobierno autoritario. He visto a organizaciones de la sociedad civil en la India ofrecer el beneficio del facultamiento económico a las mujeres más marginalizadas de esa sociedad. He visto maravillada cómo un pequeño grupo de mujeres activistas de Sudáfrica comenzó con nada y luego siguió hasta construir una comunidad de 50.000 viviendas.
El presidente Obama comparte este compromiso. En su caso, eso lo llevó a convertirse en organizador comunitario en Chicago. Los dos nos sumamos al trabajo de la sociedad civil porque creemos que cuando los ciudadanos orientan a sus líderes en la dirección correcta, nuestro país se hace más fuerte. La grandeza de Estados Unidos depende de nuestra voluntad para buscar y corregir los aspectos en los que tenemos dificultades. Para nosotros, y para cualquier país, la sociedad civil es fundamental para el progreso político y económico. Incluso en los entornos más difíciles, la sociedad civil puede contribuir a mejorar la vida y conferir poder a los ciudadanos.
De hecho, quiero reconocer la presencia de dos mujeres activistas de Afganistán e Irán que se encuentran hoy aquí con nosotros. […] Me gustaría darles las gracias a las dos por su valor y disposición a estar aquí hoy.
(Aplausos).
Bien, pues para nosotros puede que sea muy agradable, pero quizás no esencial, el hecho de tener aquí a solo una mujer de cada país. Pero desde el punto de vista de mi experiencia personal, así como la sociedad civil es esencial para la democracia, las mujeres son también esenciales para la sociedad civil. Y estas mujeres hablan en nombre de muchas que no han tenido la oportunidad de hacer escuchar sus voces.
Por tanto, además de mercados en buen funcionamiento y gobiernos responsables que rindan cuentas, el progreso en el siglo XXI depende de la habilidad de las personas de aunarse en torno a objetivos compartidos y de aprovechar la fuerza de sus convicciones. Pero cuando los gobiernos arremeten contra el derecho de sus ciudadanos a trabajar en conjunto, como lo han hecho a lo largo de la historia, las sociedades caen en el estancamiento y la decadencia.
Corea del Norte, un país que ni siquiera puede alimentar a su propia población, ha prohibido a toda la sociedad civil. Como dijo Radek, en Cuba y Belarús la sociedad civil opera bajo presiones extremas. El gobierno de Irán le ha dado la espalda a su rica tradición de la sociedad civil, cometiendo abusos de derechos humanos contra muchos activistas y ciudadanos comunes que solo reivindicaban el derecho a ser escuchados.
También hay un amplio grupo de países donde se está cerrando puertas a las organizaciones cívicas. En los últimos seis años, 50 gobiernos han dictaminado nuevas restricciones contra las ONG, y la lista de países en los que la sociedad civil enfrenta resistencia sigue creciendo.
[…]
En el siglo XX, la represión contra la sociedad civil se produjo con frecuencia con el pretexto de la ideología. Desde que terminó el comunismo, la mayoría de los ataques parecen ser motivados por pura política de poder. Pero detrás de estas acciones, se esconde una idea, una noción alternativa de cómo deben estar organizadas las sociedades. Y es una idea que las democracias han de cuestionar. Es la idea de que el pueblo está subordinado a su gobierno, en lugar del gobierno estar subordinado a su pueblo.
Ahora bien, esta idea no impide necesariamente que los ciudadanos establezcan grupos que ayuden a sus comunidades o promuevan su cultura, o aun que apoyen causas políticas. Pero exige que estas organizaciones privadas soliciten la autorización del Estado, y que sirvan los intereses más amplios de los Estados y sus dirigentes.
Piensen por un momento acerca de los activistas de la sociedad civil en todo el mundo que en fechas recientes han sido acosados, censurados, excluidos de todo acceso a la financiación, detenidos, procesados judicialmente y hasta asesinados. ¿Por qué provocaron semejante persecución?
Algunos de ellos no participaban de ninguna manera en actividades políticas. Algunos no estaban tratando de cambiar la manera en que sus países eran gobernados. La mayoría sencillamente llevaba ayuda a las personas necesitadas, como los activistas birmanos encarcelados por organizar ayuda para las víctimas de ciclón Nargis. Algunos de ellos exponían problemas como la corrupción que sus propios gobiernos aducen que quieren exterminar. Su ofensa no fue sólo lo que hicieron, sino el hecho de que lo hicieron independientemente de su gobierno. Hacían lo que nosotros llamaríamos buenas obras, pero lo hacían sin permiso. Esa negativa a permitir que la gente tenga la oportunidad de organizarse a favor de una causa mayor que ellos mismos, pero separadamente del Estado, representa un asalto a uno de nuestros valores democráticos fundamentales.
La idea del pluralismo es integral para nuestra comprensión de lo que significa ser una democracia. Las democracias reconocen que ninguna entidad –ningún Estado, ningún partido político, ningún líder– jamás tendrá todas las respuestas a los desafíos que afrontamos. Y, dependiendo de sus circunstancias y tradiciones, las personas necesitan la autonomía para elegir sus propias soluciones y trabajar en pro de las mismas. Nuestras democracias no son ni deben parecer iguales. Los gobiernos del pueblo, por el pueblo y para el pueblo reflejarán el pueblo que representan. Pero todos reconocemos la realidad y la importancia de estas diferencias. El pluralismo emana de estas diferencias. Y puesto que la represión contra las ONG es una amenaza directa al pluralismo, también es un peligro para la democracia.
Hace más de 60 años, Winston Churchill vino a Estados Unidos para advertir a las democracias del mundo que un telón de acero estaba descendiendo sobre Europa. Hoy, afortunadamente, gracias a algunos de ustedes que están en este salón, ese telón de acero ha caído. Pero debemos estar atentos a la mano de hierro con la que muchos gobiernos del mundo oprimen lentamente a la sociedad civil y al espíritu humano.
Hoy, al reunirnos como una comunidad de democracias, es nuestra responsabilidad abordar esta crisis. Algunos de los países que participan en estas conductas todavía alegan ser democracias porque tienen elecciones. Pero, como dije antes, la democracia requiere mucho más que elecciones. Tiene que ser un compromiso, los 365 días del año, por parte del gobierno y de los ciudadanos, de respetar los valores fundamentales de la democracia y aceptar las responsabilidades del auto gobierno.
Las democracias no le temen a su propio pueblo. Reconocen que los ciudadanos deben tener la libertad de reunirse para defender y debatir una causa, de recordarles a quienes se les ha confiado el gobierno que derivan su autoridad de los gobernados. Las restricciones de estos derechos sólo demuestran el miedo de los gobernantes ilegítimos, la cobardía de los que niegan a sus ciudadanos las protecciones que se merecen. Un ataque al activismo cívico y la sociedad civil es un ataque a la democracia
Ahora bien, a veces pienso que los líderes que realizan estos actos creen sinceramente que actúan por los mejores intereses de su país. Pero comienzan a exagerar sus propios intereses políticos, los intereses de ese país, y comienzan a creer que deben permanecer en el poder por cualquier medio que sea necesario, porque sólo ellos pueden proteger su país de todo peligro.
Parte de lo que se necesita para ser una democracia verdadera es comprender que el poder político tiene que transferirse y que, a pesar de la intensidad de las elecciones, una vez que las elecciones se han efectuado, quienquiera que haya sido elegido justa y libremente debe tratar de unificar el país, a pesar de la división política.
Yo sostuve una campaña electoral difícil contra el presidente Obama. Me esforcé mucho para ganarle, pero no lo logré. Cuando el ganó, para mi gran sorpresa, me pidió que fuera parte de su administración para servir como secretaria [de Estado]. Pues en muchos países, cuando empecé a realizar mis viajes, me informaron que esto era motivo de gran curiosidad. ¿Cómo podía trabajar con alguien a quien yo había tratado de privarlo del cargo que desempeña actualmente? Pero la respuesta para mí y para el presidente Obama fue muy sencilla. Ambos amamos a nuestro país. La política es un elemento importante de la vida de una democracia, pero gobernar y cambiar para mejor la vida de las personas es por lo que uno se postula como candidato.
En la Comunidad de Democracias tenemos que empezar a plantear preguntas difíciles, acerca de si los países que siguen el ejemplo de los estados autoritarios y participan en este asalto a la sociedad civil realmente pueden llamarse a sí mismos democracias. Para abordar este desafío, las organizaciones de la sociedad civil y los gobiernos democráticos tiene que aunar fuerzas en torno a varios objetivos comunes. La Comunidad de Democracias ya aglutina a gobiernos y organizaciones de la sociedad civil, algunos de los cuales están representados aquí, y es el ente idóneo para dirigir estos esfuerzos. Sé que el Grupo de trabajo de la Comunidad de Democracias para facultar y proteger a la sociedad civil ya está intentando convertir esta idea en realidad. Estados Unidos promete colaborar con esta comunidad para desarrollar iniciativas que apoyen a la sociedad civil y fortalezcan los gobiernos comprometidos con la democracia.
Con el liderazgo y el apoyo de países como Lituania, Polonia, Canadá y Mongolia, yo creo que el vigésimo aniversario de la Comunidad podría ser una celebración de la fuerza expansiva de la sociedad civil y de la verdadera institucionalización de los hábitos del corazón que dan apoyo a la democracia. Para hacer que eso ocurra, creo que nuestros esfuerzos conjuntos deben incluir, por lo menos, cuatro elementos. Primero, la Comunidad de Democracias, como Radek recomendó, ha de intentar establecer un mecanismo objetivo e independiente para vigilar las medidas represivas contra las ONG.
Segundo, el Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas debe hacer más para proteger a la sociedad civil. La libertad de asociación es la única libertad definida en la Declaración de Derechos Humanos de las Naciones Unidas que no recibe atención específica de la maquinaria de derechos humanos de la ONU. Eso debe cambiar.
Tercero, trabajaremos con organizaciones regionales y otras organizaciones como la OEA, la UE, la OIC, la Unión Africana, la Liga Árabe y otras, para hacer más para defender la libertad de asociación. Muchos de estos grupos ya están comprometidos, en teoría, a defender estos principios democráticos. Pero necesitamos asegurarnos de que las acciones acompañen a las palabras.
Cuarto, debemos coordinar nuestra presión diplomática. Sé que el grupo de trabajo de la Comunidad de Democracias está centrado en desarrollar un mecanismo de respuesta rápida para tratar con situaciones en las que la libertad de asociación se ve atacada. Pues bien, esto tiene que ocurrir lo antes posible. Cuando una ONG se ve amenazada, debemos proporcionar la protección que podamos y servir de altavoz para las voces de los activistas reuniéndonos con ellos públicamente en nuestro país y en el extranjero, y citando su trabajo en lo que decimos y hacemos. También podemos ofrecer formación técnica que ayude a los activistas a utilizar las nuevas tecnologías, como por ejemplo las redes sociales. Asimismo, cuando sea posible, debemos trabajar juntos para proporcionar a las organizaciones que se lo merezcan el apoyo financiero para sus esfuerzos.
Ahora bien, existen algunos conceptos equivocados respecto a este asunto y me gustaría mencionarlos. En Estados Unidos, al igual que en muchas otras democracias, es legal y aceptable que las organizaciones privadas recauden fondos en el extranjero y reciban subvenciones de gobiernos extranjeros, siempre y cuando las actividades realizadas no impliquen a fuentes específicamente prohibidas, como por ejemplo grupos terroristas. Las organizaciones cívicas de nuestro país no necesitan la autorización del gobierno de Estados Unidos para recibir fondos extranjeros. Y hay ONG extranjeras que realizan operaciones en Estados Unidos. Acogemos a estos grupos porque consideramos que fortalecen a nuestro país y profundizan las relaciones entre Estados Unidos y el resto del mundo. Y es en ese mismo espíritu que Estados Unidos proporciona fondos a organizaciones de la sociedad civil extranjeras que llevan a cabo iniciativas importantes en sus propios países. Continuaremos esta práctica, y nos gustaría hacer más en colaboración con otras democracias.
En el marco de ese compromiso, anuncio hoy la creación de un nuevo fondo para apoyar el trabajo de las ONG que se ven acosadas. Esperamos que este fondo se utilice para proporcionar representación letrada, tecnologías de la comunicación, como teléfonos móviles y acceso a Internet, y otras modalidades de apoyo rápido a ONG que se vean asediadas. Estados Unidos contribuirá dos millones de dólares a este fondo y acogemos de buen grado la participación y contribuciones de países con formas de pensar similares, así como de organizaciones privadas sin fines de lucro.
La persecución de los activistas y organizaciones de la sociedad civil, ya estén luchando por la justicia y la ley, o el gobierno transparente y honesto, o la salud pública, o un medioambiente sano, o verdaderas elecciones, no es solamente un ataque contra personas que admiramos, sino que es un ataque contra nuestros propios valores fundamentales. Por tanto, cuando defendemos a estas magníficas personas, estamos defendiendo una idea que ha sido y continuará siendo esencial para el éxito de toda democracia. Por lo tanto lo que está en juego es muy importante para nosotros, no sólo para ellos.
Para Estados Unidos, el apoyo que damos a los grupos de la sociedad civil es una parte esencial de nuestra labor dirigida a hacer avanzar la democracia. Pero no es lo único. Nuestra estrategia de seguridad nacional reitera que los valores democráticos son una piedra angular de nuestra política exterior. Con el tiempo, como ha dicho el presidente Obama, los valores estadounidenses han sido nuestro activo más importante en materia de seguridad nacional. Destaqué este punto en diciembre y enero, cuando pronuncié discursos sobre derechos humanos y la libertad en Internet; y lo utilizo como principio rector en todas las reuniones que celebro en todos los países que visito.
Mi viaje actual es buen ejemplo de ello. Acabo de volver de Ucrania, donde he tenido la oportunidad no solo de reunirme con el ministro de Asuntos Exteriores y el Presidente, sino también con un grupo maravilloso de jóvenes y brillantes estudiantes ucranianos, con los que hablé de la importancia de la libertad para los medios, la importancia de la libertad de reunión y de los derechos humanos. Esta noche partiré para Azerbaiyán, donde me reuniré con jóvenes activistas para hablar de la libertad en Internet y para sacar a colación el asunto de dos blogueros que están encarcelados, y para hablar de las libertades civiles. Desde allí, me desplazaré a Armenia y Georgia, en donde plantearé de manera similar estos asuntos y me sentaré con líderes de grupos de mujeres y otras ONG. Esto es lo que todos tenemos que hacer, día tras día, en todo el mundo.
Por lo tanto, permítanme que me refiera de nuevo a ese taburete de tres patas. La sociedad civil es importante en sí misma, pero también ayuda a sostener y estabilizar las demás patas del taburete: el gobierno y los mercados. Sin el trabajo de los activistas y el discurso político pluralista, los gobiernos se debilitan y pueden incluso caer; y sin defensores del consumidor, sindicatos y organizaciones sociales que se preocupen de las necesidades de los miembros más débiles de la sociedad, los mercados pueden desbocarse y no generar una prosperidad de amplia base.
Nosotros consideramos que estas tres patas del taburete son fundamentales para el progreso en el siglo XXI, por tanto continuaremos llamando la atención respecto a los temas de la democracia y los derechos humanos a los niveles más altos en nuestros contactos con gobiernos extranjeros, y continuaremos fomentando la apertura económica y la competencia como medios de diseminar la prosperidad de amplia base y apuntalar a gobiernos representativos que saben que tienen que presentar resultados para la democracia.
Sin embargo, también consideramos que los principios que nos han traído hasta aquí representan la esperanza más prometedora de la humanidad para un futuro mejor. Como dijo el ministro de Asuntos Exteriores Geremek en su invitación a la reunión de inauguración de la Comunidad de Democracias hace diez años: “Independientemente de los problemas relacionados de forma inseparable con la democracia, es el sistema que mejor satisface las aspiraciones de personas, sociedades y pueblos enteros y que más plenamente satisface sus necesidades de desarrollo, potenciación y creatividad”.
Por tanto, en última instancia, nuestro trabajo en estos asuntos tiene que ver con el tipo de futuro que deseamos legar a nuestros hijos y nietos. Y cualquiera que dude al respecto debería mirar a Polonia. El mundo en que vivimos es más abierto, más seguro y más próspero gracias a figuras como Lech Walesa, Adam Michnik y otros que trabajaron en el movimiento Solidaridad para mejorar las condiciones en su propio país, y que defendieron la libertad y la democracia.
Con frecuencia pienso en el papel de los periodistas. Los periodistas están sometidos a tremendas presiones, pero periodistas como Jerse Tarovich, hijo de Cracovia, hizo preguntas provocadoras que desafiaron a Polonia a mejorar. Y el Papa Juan Pablo II que, como Stalin habría destacado, no tenía batallones, defendió la autoridad moral con la misma fuerza que un ejército. Todos hemos heredado este legado de valor. Ahora depende de nosotros.
Cada Cuatro de Julio los estadounidenses afirman su convicción de que todos los seres humanos están creados iguales, que nuestro creador nos otorgó derechos inalienables: la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad. Hoy como comunidad de democracias hagamos nuestra misión la garantía de esos derechos. Le debemos a nuestros antecesores y a las generaciones venideras el continuar luchando por estos ideales.
Muchísimas gracias.
(Aplausos).
(termina la transcripción)
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