Los problemas estructurales de México
La contracción económica que vive el país ha sido justificada por la crisis externa que nos impacta; sin embargo, el estancamiento en el crecimiento económico es causado por factores internos.
La crisis financiera que se vive ha sido el marco bajo el cual se ha explicado el hecho de que México este enfrentando una severa contracción de su actividad económica, en donde la reducción de 9.5% en el Índice Global de la Actividad Económica (IGAE) de enero o de 11.1% en la producción industrial constituyen cifras que de manera conjunta no se apreciaban desde la crisis de 1995.
Como consecuencia de lo anterior puede comprenderse que la tasa de desempleo se esté incrementando hasta el 5.3% alcanzado en el pasado mes de febrero, constituyéndose en la más alta de los últimos nueve años.
Cuando el reporte de finanzas públicas del primer bimestre de 2009 arrojó una reducción de 6.7% en la recaudación fiscal, sin duda parte de la explicación radicó en que el menor nivel de consumo y los despidos acontecidos en el país (casi de 600,000 desde noviembre del año pasado) han conducido a que la tributación del Impuesto al Valor Agregado (IVA) e Impuesto Sobre la Renta (ISR) en el periodo enero-febrero del presente año haya sido menor al mismo lapso de 2008 (21.9 y 6.2% respectivamente).
En términos generales, ello representa un menor ingreso para el sector público, en donde la variable que mantiene relativamente sanas a sus finanzas es la entrada de recursos que representa la venta de petróleo y la elevada recaudación fiscal que de ahí se desprende.
Lo que las cifras previas representan es un país con una menor dinámica económica, y que en consecuencia tiene un menor ingreso, lo que sin duda constituye un país más pobre, o si se quiere ver de otra manera menos rico. Se ha dicho que la crisis viene de fuera, y que por primera vez no es nuestra culpa, sin embargo parece importante recapacitar en dicho argumento ya que el mismo implicaría que en cuanto la crisis termine comenzará nuevamente un ciclo de crecimiento económico para México.
El 2.6% de crecimiento anual promedio que desde 1981 exhibe el país parece desmentir dicha perspectiva, ya que en términos per cápita el crecimiento promedio contabilizado desde tal fecha apenas roza el 1%, cantidad marginal para una economía con elevados recursos energéticos, de capital humano, con numerosos tratados comerciales y en una situación geográfica que en términos logísticos representa la puerta de entrada al mayor mercado mundial.
No se debe ser condescendiente en la cuestión de crecimiento económico, ya que el mismo es la fuente de riqueza para la población, y un aumento tan modesto es sinónimo de que la gente no tiene una mayor cantidad de recursos para elevar de manera significativa su calidad de vida.
En ese sentido la crisis económica actual no es la culpable del letargo que exhibe nuestro sistema productivo, la falta de productividad y competitividad es un tema añejo y estructural, el cual no se ha podido resolver y que representa una de las mayores contradicciones en la historia económica reciente del país: ¿Cómo se pretende competir en la economía global si no se es productivo y eficiente?, la respuesta y las medidas de política económica debieron darse e implementarse exitosamente hace un par de décadas, hoy vivimos las consecuencias de no hacerlo oportunamente.
La falta de crecimiento económico tiene diversos impactos en materia de empleo, ya que una economía con un crecimiento de 2.6% también representa un sistema productivo de bajo valor agregado, de lo anterior se derivan dos conclusiones. La primera gira en torno a que difícilmente se pueden alcanzar los empleos que necesita el crecimiento de la población, el mítico millón de empleos.
Durante los últimos veinte años ha sido prácticamente un objetivo que observamos a la distancia, sin la posibilidad de ser alcanzado de manera sostenible. El segundo elemento es más preocupante, hace unos días se afirmó que la gente debería estudiar lo que el mercado demanda para obtener trabajo, el problema de fondo es que el mercado laboral mexicano demanda a personas de bajo valor agregado, es decir los incentivos que tiene la población para estudiar son bajos porque con un crecimiento económico tan raquítico el único resultado que se puede tener es el de una pobre demanda de fuerza laboral altamente calificada.
Cuando el país se quedó fuera del avance tecnológico en materias como la microelectrónica, la computación, las telecomunicaciones, la biotecnología, la nanotecnología, la robótica, por citar algunos ejemplos, también renunció a emplear a personas altamente capacitadas. La falta de inversión en centros de investigación y su relación son los sectores económicos y las diversas regiones del país constituyen unas de las carencias más preocupantes en la historia económica reciente del país, hoy la necesidad de una política industrial es más evidente que nunca.
El mejor ejemplo de lo anterior lo constituye el desplazamiento que México ha sufrido en el mercado de Estados Unidos por parte de China. Se puede afirmar que es por los bajos costos laborales del coloso asiático, o por los escasos derechos laborales que tienen sus trabajadores, pero sin duda el hecho de que la mayor afectación se haya dado en rubros como la elaboración de computadoras y sus accesorios, o en aparatos eléctricos y electrónicos constituye una razón para pensar hasta qué punto se debe a la falta de competitividad del aparato productivo nacional, en donde la incapacidad de generar valor agregado a las manufacturas de exportación ha sido el gran problema.
Los chinos se han centrado en ir capturando parte de la cadena de valor en la producción tecnológica, siendo su objetivo el de generar economías de escala que se conjuguen con su elevada oferta de mano de obra, mucha de la cual tiene la calificación necesaria para elaborar productos que tienen como destino final a Estados Unidos, la Unión Europea, Japón y Canadá, países con altos niveles de consumo pero que también tienen elevados niveles de exigencia en cuestiones de calidad.
Es este aspecto tampoco puede indicarse que los problemas se deben al actual entorno económico, ya que es una cuestión no resuelta con antelación.
Podría irse más allá y citarse que además el mercado laboral es inequitativo, es decir que castiga más a las mujeres que a los hombres ente términos de desempleo y salarios, por lo que la cuestión de género también es algo estructural en México. Grave es el hecho de que se tenga un salario mínimo real que apenas representa el 30% de lo que fue en la década de los años setenta, lo que sin lugar a dudas afecta las capacidades de consumo e inversión de las personas, cuestión no atribuible a la actual crisis financiera mundial.
Finalmente se tiene a la recaudación fiscal, en donde la incapacidad del gobierno para disminuir la dependencia de los ingresos petroleros, así como de aumentar la tributación en aspectos como el IVA y el ISR no sólo se debe a que hay exenciones fiscales en alimentos y medicinas. Lo primero que se debe tener en claro es que ello tiene una limitante derivada del bajo crecimiento económico, es decir, nuevamente se tiene a la incapacidad de generar valor agregado como la causa de los problemas, en este caso fiscales. La razón es muy simple, ¿Cómo aumentar la recaudación fiscal, sin dañar el ingreso de las personas, cuando la economía crece modestamente y los salarios reales disminuyen? La respuesta parece clara, no se puede hacer tal cosa. Hacer que la economía informal cause tributación debe ser un objetivo de las autoridades, pero en la práctica tenemos 25 años sin que realmente se esfuercen por hacerlo.
El gobierno se encuentra entrampado ante la incapacidad de aumentar su recaudación, por lo que ha debido generar esquemas complicados para tratar de aumentar su rebanada de pastel cuando el mismo no crece. Impuestos como el Empresarial a Tasa Única (IETU), que convive de manera poco clara con el ISR, constituyen el mejor ejemplo de cómo la necesidad de una mayor recaudación tributaria acaba generando un problema social que cada día tiene una escalada mayor, véase como muestra la creciente ola de bloqueos camioneros que en diversas entidades han acontecido y que han afectado el sistema productivo nacional en un momento de contracción económica. Nuevamente de lo anterior no es culpable la recesión mundial.
Los problemas no únicamente se dan en materia de ingreso, también el gasto lo es. El grave problema de que el gasto corriente absorba más del 75% del gasto total programable es únicamente la primera pieza del rompecabezas. El hecho de que se destine una cantidad de 10,300 millones de pesos a actividades de apoyo administrativo en el ramo de Educación Pública, y que eso sea mayor al presupuesto de infraestructura en telecomunicaciones, puertos y aeropuertos juntos es otro mayor, sobre todo porque esas actividades de apoyo ni siquiera son salarios, se encuentran clasificadas como "otros de corriente". De igual forma el hecho de que el 96% del gasto en educación sea corriente es sin duda preocupante, al igual de que cada año se programen 200,000 millones de pesos al costo financiero de la deuda, es decir casi el doble que el presupuesto aprobado para el Distrito Federal en el 2009.
Al final del día el problema es la ineficiencia del gasto público, ya que el bajo valor agregado del mismo es evidente en las propias cifras que el INEGI pública, prácticamente desde 1999 se tiene un estancamiento en la generación del mismo, de lo cual nuevamente no es responsable la recesión, la cual se ha decidido enfrentar con elevado gasto en infraestructura, el cual se centra en carreteras y Pemex, esperemos que se uso sea eficiente y bien planeado, porque la economía mexicana tiene en los sectores de servicios y actividad industrial a sus pilares, y dicho gasto únicamente los toca de manera marginal.
El argumento de fondo es que los problemas tributarios, económicos y sociales se deben a un problema estructural, en donde si bien es cierto que el actual ciclo financiero negativo es foráneo, ello no elimina el hecho de que el mismo se reproduce en un sistema productivo y social con fuertes contradicciones, exacerbándolas y provocando una mayor fricción de las mismas. Se debe tener claro que la salida de la crisis permitirá volver a un camino de crecimiento, pero que el mismo continuará siendo modesto si no se resuelven los problemas antes descritos y otros más.
En nuestro reciente libro "México, crisis social de un modelo económico" (ITACA) reseñamos algunas de las situaciones que deben tomarse en cuenta a fin de garantizar la estabilidad no sólo económica sino también social del país, ya que eventos como los de Ciudad Juárez son indeseables para una nación que cuenta con una enorme dotación de recursos naturales y de población.
El tiempo corre, la crisis actual agrava los problemas y los lleva a una dimensión mayor, las soluciones dependen de la sociedad mexicana y de su disposición a implementar los cambios que el país requiere.
*El autor es profesor del Departamento de Finanzas y Economía del Tecnológico de Monterrey, campus Estado de México. Pertenece al Sistema Nacional de Investigadores y se ha desempeñado laboralmente en los sectores privado, académico y público, en este último como Subdirector de Análisis Macroeconómico en la Secretaria de Hacienda y Crédito Público.
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