Por Alberto Armendáriz / Corresponsal |
Río de Janeiro, Brasil (29 septiembre 2010).- "Para que Brasil siga cambiando", se lee en el afiche del Partido de los Trabajadores (PT) que Lopes, de 30 años y madre soltera de tres niños, colocó en la ventana de su departamento en la periferia de Río. Beneficiaria del programa de transferencia de renta directa Bolsa Familia y del plan de viviendas sociales Mi Casa, Mi Vida, Lopes enseña con orgullo su nuevo hogar, al que se mudó un mes atrás. "Si no tuviera la ayuda estatal, tendría que elegir entre cuidar a mis hijos y vivir en la favela o trabajar a tiempo completo y que ellos vivan con sus abuelos", asegura. Puesto en marcha en 2003, tras la llegada de Lula al poder, hoy el programa Bolsa Familia ayuda a 12.7 millones de familias (50.8 millones de personas) con una renta per cápita menor a 80 dólares mensuales, a las que brinda cada mes entre 12 y 115 dólares. A cambio, los padres tienen que seguir el calendario de vacunas para sus hijos y éstos deben acudir al menos a 85 por ciento de sus clases hasta los 17 años. "Ahora que mis hijos más grandes están en la escuela, es cuando aprovecho para atender a clientas del barrio", comenta Lopes. Una de esas clientas es su vecina Vivian Mendes, de 29 años, quien solía vivir en el Morro (cerro) de los Urubus hasta abril, cuando un deslave destruyó la casa donde vivía. A través del Ministerio de Desarrollo Social, fue instalada en una de las 604 mil nuevas viviendas construidas por el programa Mi Casa, Mi Vida, lanzado el año pasado, por la que paga un crédito subsidiado de sólo 30 dólares mensuales. "El impacto electoral de estos programas puede ser enorme. Cada beneficiado de las clases más bajas tiene un voto y lo hará valer", destaca Marcelo Neri, jefe del Centro de Políticas Sociales de la Fundación Getulio Vargas. Ante este panorama, hasta el candidato opositor José Serra, del Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB), ha prometido aumentar el sueldo mínimo y expandir los programas sociales. Aún así, los expertos advierten que el principal eje de la política social del Gobierno, el Bolsa Familia, tiene que ser ajustado, pues existe evidencia de que no trabaja tan bien en las ciudades como en el campo. Según datos de 2006, la incidencia del programa en hogares rurales era de 41 por ciento, mientras que en zonas urbanas era de 17 por ciento, según publicó recientemente The Economist. En las dos ciudades más grandes de Brasil, Sao Paulo y Río de Janeiro, menos de 10 por ciento de los hogares se benefician del programa, pese a que en ellas se encuentran algunos de los casos de pobreza más graves del país. Además, existen otros problemas entre los beneficiados de zonas urbanas, donde muchos adolescentes pobres dejan los estudios para trabajar en las calles, ingresan en la delincuencia o se dedican a la vagancia. "Esto genera problemas de desempleo, drogadicción y criminalidad que no están debidamente encarados por los programas sociales que hoy tenemos. Es un gran desafío para el próximo Gobierno", advierte Neri. Apuesta la Oposición a obligar segunda vuelta Aunque la candidata oficialista, Dilma Rousseff, se mantiene como favorita para vencer en las elecciones del próximo domingo, nuevas encuestas siembran dudas en torno a la posibilidad de que se consagre en primera vuelta como Presidenta de Brasil. De acuerdo a un sondeo de la firma Datafolha revelado ayer, Rousseff, del Partido de los Trabajadores (PT), retrocedió 3 puntos en comparación con la medición de la semana pasada y hoy tendría 46 por ciento de las intenciones de voto. Su principal contrincante, José Serra, del Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB), se mantuvo estable, con 28 por ciento de los apoyos, mientras que la candidata del Partido Verde (PV), Marina Silva, fue la principal beneficiada del retroceso de Rousseff, pues ganó un punto más y ahora se ubica con un respaldo de 13 por ciento. Para ganar en primera vuelta, la ley requiere que se logre 50 por ciento más un voto de los sufragios válidos; si no, habría una segunda vuelta el 31 de octubre entre los dos candidatos más votados. |
miércoles, 29 de septiembre de 2010
martes, 28 de septiembre de 2010
Inmadurez
Por Federico Reyes Heroles
Los políticos mexicanos son una especie muy rara. Violentan hasta el sentido de supervivencia. Quizá por eso gozan de tanto descrédito. Un doloroso ejemplo: las cifras avalan que PRI y PAN, por sí mismos o en alianzas, están en posibilidades de llegar a la Presidencia en el 2012. Para el PRD el asunto se mira casi imposible. Es difícil imaginar una victoria de ese partido solo. Brincar del 12% al 35% sería un suceso extraordinario, más aún cuando se trata del partido que hoy presenta por mucho las mayores resistencias, es decir, el mayor número de mexicanos que afirman que nunca votarían por él. En fin, todo indica que el PRI o el PAN se sacarán la rifa del tigre: gobernar a un país de más 110 millones de habitantes con muchas necesidades.
El sentido común indicaría que esos dos partidos deberían de coincidir en el deseo de encontrar el buque en las mejores condiciones para la travesía del 12 al 18. Ambos partidos deberían estar luchando por todo aquello que les permita tomar el timón de un estado fuerte para embestir las tormentas del narco, de la caída competitividad, del desempleo, de la pobreza extrema, de la falta de inversión en infraestructura -caminos, puentes, puertos, aeropuertos-, de las múltiples necesidades en educación sobre todo media superior y universitaria, de la ridícula inversión en ciencia y tecnología que limita nuestro futuro, de la caída de la producción petrolera, etcétera, etcétera. Las necesidades son muchas pero sobre todo los recursos son pocos. El Estado mexicano es un Estado pobre.
Un Estado pobre difícilmente puede romper el círculo vicioso del subdesarrollo. Porque tenemos deficiencias en educación básica la mano de obra es poco calificada y la productividad declina. Porque invertimos poco en infraestructura los costos de operación son más altos en México y por ello la competitividad no asciende. Porque invertimos poco en educación superior, ciencia y tecnología, no se generan los conocimientos y las patentes que son el nuevo venero de la riqueza.
Pero, ¿por qué es pobre el Estado mexicano? Lo es por varios motivos. Es cierto que gastamos mal. Las ineficiencias y deformaciones del gasto son escandalosas. El subsidio al sector eléctrico por ejemplo le ha costado al país en los últimos años tres veces lo que se ha invertido en Oportunidades o 20 veces el presupuesto de la UNAM. En los países de la OCDE la nómina se lleva alrededor de 50%; en México es casi el 80%. La nómina en educación es casi el 90% del gasto, para inversión queda muy poco. Allí hay mucha tela de dónde cortar.
Pero el Estado mexicano es pobre sobre todo porque recaudamos muy poco. No soñemos con una recaudación como la de Dinamarca: 47% del PIB. Pero algo razonable es el promedio de los países de la OCDE que recaudan 27% de su producto. México recauda alrededor del 15%. Pero allí no acaba el problema, de ese porcentaje por lo menos cuatro puntos provienen del petróleo. O sea que la recaudación sin petróleo ronda el 10%. De nuevo allí no acaba el problema, la producción petrolera tardará en recuperarse, siendo optimistas, varios años. O sea que quien gobierne del 12 al 18, si no hace nada, tendrá un estado todavía más pobre que el actual. Pero no sólo salimos mal comparados con los integrantes de la OCDE. CEPAL advirtió hace poco del retroceso fiscal de México (2000-2008) comparado con otros países del área: Brasil pasó del 30% al 35%; Argentina del 21.5% al 30.6%; Chile está en alrededor de 20%; Colombia en 18% o Ecuador 16.5%.
La holgazanería fiscal proviene de los tres órdenes de gobierno. Los países desarrollados recaudan entre tres y cuatro puntos del PIB por predial; México sólo 0.2%. El impuesto madre de los municipios está archivado. Así que a estirar la mano y buscar recursos estatales y federales. Pero los estados tampoco recaudan: 80% de sus recursos previenen de la Federación y la opacidad de su gasto es, en la mayoría de los casos, monumental. Así que a estirar la mano y buscar recursos federales. Pero la Federación ha vivido de la droga petrolera. Para comenzar se calcula que la evasión ronda el 30%. Se considera que el 15% es el máximo tolerable. En impuestos al consumo los países de la OCDE recaudan casi el 8%, México alrededor del 2%. En impuestos al ingreso el promedio de la OCDE es 12%, en México el 5%. Los "esquemas especiales" le cuestan al fisco más de 5 puntos. Los hoyos del IVA otros dos. La suma de fugas rondan los 15 puntos. Así no se puede.
Cualquiera que sepa sumar comprenderá que México crece poco y se está tardando demasiado en enterrar la pobreza por el populismo y la irresponsabilidad fiscal de nuestros gobernantes. ¡Ahora resulta que el PRI quiere bajar el IVA un punto, 35 mil millones de pesos menos! El equivalente a tres grandes presas. Si tuvieran sentido de supervivencia, PRI y PAN deberían aprobar, de manera conjunta, una reforma hacendaria progresiva. Así no habría "costo político". Seguir igual es perpetuar la pobreza. Ése es el resultado de su inmadurez.
Por Federico Reyes Heroles
Los políticos mexicanos son una especie muy rara. Violentan hasta el sentido de supervivencia. Quizá por eso gozan de tanto descrédito. Un doloroso ejemplo: las cifras avalan que PRI y PAN, por sí mismos o en alianzas, están en posibilidades de llegar a la Presidencia en el 2012. Para el PRD el asunto se mira casi imposible. Es difícil imaginar una victoria de ese partido solo. Brincar del 12% al 35% sería un suceso extraordinario, más aún cuando se trata del partido que hoy presenta por mucho las mayores resistencias, es decir, el mayor número de mexicanos que afirman que nunca votarían por él. En fin, todo indica que el PRI o el PAN se sacarán la rifa del tigre: gobernar a un país de más 110 millones de habitantes con muchas necesidades.
El sentido común indicaría que esos dos partidos deberían de coincidir en el deseo de encontrar el buque en las mejores condiciones para la travesía del 12 al 18. Ambos partidos deberían estar luchando por todo aquello que les permita tomar el timón de un estado fuerte para embestir las tormentas del narco, de la caída competitividad, del desempleo, de la pobreza extrema, de la falta de inversión en infraestructura -caminos, puentes, puertos, aeropuertos-, de las múltiples necesidades en educación sobre todo media superior y universitaria, de la ridícula inversión en ciencia y tecnología que limita nuestro futuro, de la caída de la producción petrolera, etcétera, etcétera. Las necesidades son muchas pero sobre todo los recursos son pocos. El Estado mexicano es un Estado pobre.
Un Estado pobre difícilmente puede romper el círculo vicioso del subdesarrollo. Porque tenemos deficiencias en educación básica la mano de obra es poco calificada y la productividad declina. Porque invertimos poco en infraestructura los costos de operación son más altos en México y por ello la competitividad no asciende. Porque invertimos poco en educación superior, ciencia y tecnología, no se generan los conocimientos y las patentes que son el nuevo venero de la riqueza.
Pero, ¿por qué es pobre el Estado mexicano? Lo es por varios motivos. Es cierto que gastamos mal. Las ineficiencias y deformaciones del gasto son escandalosas. El subsidio al sector eléctrico por ejemplo le ha costado al país en los últimos años tres veces lo que se ha invertido en Oportunidades o 20 veces el presupuesto de la UNAM. En los países de la OCDE la nómina se lleva alrededor de 50%; en México es casi el 80%. La nómina en educación es casi el 90% del gasto, para inversión queda muy poco. Allí hay mucha tela de dónde cortar.
Pero el Estado mexicano es pobre sobre todo porque recaudamos muy poco. No soñemos con una recaudación como la de Dinamarca: 47% del PIB. Pero algo razonable es el promedio de los países de la OCDE que recaudan 27% de su producto. México recauda alrededor del 15%. Pero allí no acaba el problema, de ese porcentaje por lo menos cuatro puntos provienen del petróleo. O sea que la recaudación sin petróleo ronda el 10%. De nuevo allí no acaba el problema, la producción petrolera tardará en recuperarse, siendo optimistas, varios años. O sea que quien gobierne del 12 al 18, si no hace nada, tendrá un estado todavía más pobre que el actual. Pero no sólo salimos mal comparados con los integrantes de la OCDE. CEPAL advirtió hace poco del retroceso fiscal de México (2000-2008) comparado con otros países del área: Brasil pasó del 30% al 35%; Argentina del 21.5% al 30.6%; Chile está en alrededor de 20%; Colombia en 18% o Ecuador 16.5%.
La holgazanería fiscal proviene de los tres órdenes de gobierno. Los países desarrollados recaudan entre tres y cuatro puntos del PIB por predial; México sólo 0.2%. El impuesto madre de los municipios está archivado. Así que a estirar la mano y buscar recursos estatales y federales. Pero los estados tampoco recaudan: 80% de sus recursos previenen de la Federación y la opacidad de su gasto es, en la mayoría de los casos, monumental. Así que a estirar la mano y buscar recursos federales. Pero la Federación ha vivido de la droga petrolera. Para comenzar se calcula que la evasión ronda el 30%. Se considera que el 15% es el máximo tolerable. En impuestos al consumo los países de la OCDE recaudan casi el 8%, México alrededor del 2%. En impuestos al ingreso el promedio de la OCDE es 12%, en México el 5%. Los "esquemas especiales" le cuestan al fisco más de 5 puntos. Los hoyos del IVA otros dos. La suma de fugas rondan los 15 puntos. Así no se puede.
Cualquiera que sepa sumar comprenderá que México crece poco y se está tardando demasiado en enterrar la pobreza por el populismo y la irresponsabilidad fiscal de nuestros gobernantes. ¡Ahora resulta que el PRI quiere bajar el IVA un punto, 35 mil millones de pesos menos! El equivalente a tres grandes presas. Si tuvieran sentido de supervivencia, PRI y PAN deberían aprobar, de manera conjunta, una reforma hacendaria progresiva. Así no habría "costo político". Seguir igual es perpetuar la pobreza. Ése es el resultado de su inmadurez.
viernes, 24 de septiembre de 2010
Federalismo: Orígenes
Nuestro pacto federal
Alberto Diaz Cayeros
El Universal
Jueves 23 de septiembre de 2010
El federalismo fue una solución frente a los retos militares externos creados por las ambiciones de las grandes potencias coloniales y los propios Estados Unidos.
En el principio estaban los estados. El federalismo en México tiene un origen auténtico en el proceso de formación de nuestro Estado Nación. No se trata simplemente de una copia ingenua o artificial del exitoso sistema estadounidense, como se debatió entre centralistas y federalistas durante el conflictivo siglo XIX, o, más civilizadamente, durante el constituyente del 17.
La admiración por la arquitectura institucional creada en las nacientes 13 colonias de Estados Unidos por supuesto que fue una influencia decisiva en la arquitectura territorial de gobierno que surgió de la Independencia.
Pero el federalismo en México surge de las Diputaciones Provinciales creadas por la Constitución de Cádiz (que a su vez reflejan la organización territorial surgida de las reformas borbónicas durante la era colonial), y el reto de mantener a las jurisdicciones políticas así creadas unificadas. Tiene su historia.
El federalismo fue una solución frente a los retos militares externos creados por las ambiciones de las grandes potencias coloniales y los propios Estados Unidos. El presidencialismo también fue inventado durante la fundación de la nación americana, pero pocos dudan que el presidencialismo mexicano tiene un origen auténtico, que se puede trazar hacia nuestro pasado, con precedentes como el huey tlatoani, los virreyes o los caudillos decimonónicos, tomando una forma específica en nuestro país durante la larga hegemonía del PRI en el poder. Lo mismo pasa con el federalismo: una forma de gobierno adoptada en su retórica por sus supuestos efectos sobre la libertad y la gobernabilidad, pero que en la práctica era un sistema arraigado con precedentes propios y un carácter específico a México, que le dio su autenticidad.
El federalismo debe ser entendido como una alternativa de formación del Estado, que adoptaron los países de desarrollo tardío (como Alemania, Brasil, Argentina y México), que permitió juntar a las unidades políticas en un objetivo común, de mantener un mercado interno abierto e integrado, y utilizar el poder del gobierno federal para recaudar recursos fiscales que pudieran financiar la provisión de servicios públicos, en particular, durante el siglo XIX, el servicio de la defensa militar frente al exterior.
Hoy en día, prácticamente todos los países con grandes extensiones territoriales se organizan como Estados federales. La gran excepción, China, puede ser entendida mejor como un sistema federal que como uno unitario. Y si bien los sistemas federales son muy variados entre sí, su origen, en la mayor parte de los casos, se puede ligar a un esfuerzo de las élites regionales por mantener unido un territorio.
El federalismo, en su origen, no tiene entonces que ver con la libertad o la igualdad, sino con un pacto entre los líderes de jurisdicciones heterogéneas que buscan un objetivo común. De hecho, es difícil afirmar que el federalismo es normativamente mejor que otras formas de gobierno.
Se trata de una forma de organización que permite que minorías territorialmente concentradas (como los blancos racistas en los Estados Unidos hasta hace unas cuantas décadas) protejan su “derecho” de mantener en sus territorios leyes propias (que pueden oprimir a sus minorías).
Es, además, una forma de organización política que probablemente limita la redistribución del ingreso al reducir el ámbito de acción del gobierno nacional. Hay que compartir los ingresos.
La peculiaridad del federalismo mexicano es su alto grado de centralización fiscal. Durante el siglo XIX los ciudadanos, cuando pagaban impuestos, interactuaban en primer lugar con las autoridades locales. El gobierno nacional obtenía sus recursos más importantes de los impuestos al comercio exterior en las aduanas, lo cual afectaba a una pequeña minoría de mineros y comerciantes. Pero desde la perspectiva de la mayoría de los pobladores, la relación fiscal casi siempre tenía que ver con el gobierno local, ya fuera estatal o municipal. Esto cambió de manera radical en el curso del siglo XX, cuando se crearon los sistemas fiscales modernos, primero con la innovación del Impuesto Sobre la Renta y después el Impuesto al Valor Agregado.
La centralización fiscal significó que los estados y municipios ahora dependan fundamentalmente de transferencias otorgadas por el gobierno federal para financiar la gran mayoría de los bienes y servicios públicos que proveen. Desde el punto de vista de los ciudadanos esto significa que el federalismo centralizado rompe lo que se conoce como el principio de beneficio: que los contribuyentes pueden ver una relación entre los impuestos que pagan y el gasto público que financia los servicios que reciben del Estado. Ya no se trata de la protección militar de amenazas exteriores, sino de los sistemas de agua potable, caminos, escuelas o clínicas de salud.
El problema del mal funcionamiento del pacto federal mexicano no se debe buscar en el origen del mismo o una falta de autenticidad, sino en explicar por qué los servicios públicos que provee el Estado son de tan baja calidad. Una buena parte de la explicación viene dada por el arreglo federal que, debido a su centralización, rompe el vínculo de responsabilidad de los políticos electos frente a los ciudadanos.
Universidad de California, San Diego
Alberto Diaz Cayeros
El Universal
Jueves 23 de septiembre de 2010
El federalismo fue una solución frente a los retos militares externos creados por las ambiciones de las grandes potencias coloniales y los propios Estados Unidos.
En el principio estaban los estados. El federalismo en México tiene un origen auténtico en el proceso de formación de nuestro Estado Nación. No se trata simplemente de una copia ingenua o artificial del exitoso sistema estadounidense, como se debatió entre centralistas y federalistas durante el conflictivo siglo XIX, o, más civilizadamente, durante el constituyente del 17.
La admiración por la arquitectura institucional creada en las nacientes 13 colonias de Estados Unidos por supuesto que fue una influencia decisiva en la arquitectura territorial de gobierno que surgió de la Independencia.
Pero el federalismo en México surge de las Diputaciones Provinciales creadas por la Constitución de Cádiz (que a su vez reflejan la organización territorial surgida de las reformas borbónicas durante la era colonial), y el reto de mantener a las jurisdicciones políticas así creadas unificadas. Tiene su historia.
El federalismo fue una solución frente a los retos militares externos creados por las ambiciones de las grandes potencias coloniales y los propios Estados Unidos. El presidencialismo también fue inventado durante la fundación de la nación americana, pero pocos dudan que el presidencialismo mexicano tiene un origen auténtico, que se puede trazar hacia nuestro pasado, con precedentes como el huey tlatoani, los virreyes o los caudillos decimonónicos, tomando una forma específica en nuestro país durante la larga hegemonía del PRI en el poder. Lo mismo pasa con el federalismo: una forma de gobierno adoptada en su retórica por sus supuestos efectos sobre la libertad y la gobernabilidad, pero que en la práctica era un sistema arraigado con precedentes propios y un carácter específico a México, que le dio su autenticidad.
El federalismo debe ser entendido como una alternativa de formación del Estado, que adoptaron los países de desarrollo tardío (como Alemania, Brasil, Argentina y México), que permitió juntar a las unidades políticas en un objetivo común, de mantener un mercado interno abierto e integrado, y utilizar el poder del gobierno federal para recaudar recursos fiscales que pudieran financiar la provisión de servicios públicos, en particular, durante el siglo XIX, el servicio de la defensa militar frente al exterior.
Hoy en día, prácticamente todos los países con grandes extensiones territoriales se organizan como Estados federales. La gran excepción, China, puede ser entendida mejor como un sistema federal que como uno unitario. Y si bien los sistemas federales son muy variados entre sí, su origen, en la mayor parte de los casos, se puede ligar a un esfuerzo de las élites regionales por mantener unido un territorio.
El federalismo, en su origen, no tiene entonces que ver con la libertad o la igualdad, sino con un pacto entre los líderes de jurisdicciones heterogéneas que buscan un objetivo común. De hecho, es difícil afirmar que el federalismo es normativamente mejor que otras formas de gobierno.
Se trata de una forma de organización que permite que minorías territorialmente concentradas (como los blancos racistas en los Estados Unidos hasta hace unas cuantas décadas) protejan su “derecho” de mantener en sus territorios leyes propias (que pueden oprimir a sus minorías).
Es, además, una forma de organización política que probablemente limita la redistribución del ingreso al reducir el ámbito de acción del gobierno nacional. Hay que compartir los ingresos.
La peculiaridad del federalismo mexicano es su alto grado de centralización fiscal. Durante el siglo XIX los ciudadanos, cuando pagaban impuestos, interactuaban en primer lugar con las autoridades locales. El gobierno nacional obtenía sus recursos más importantes de los impuestos al comercio exterior en las aduanas, lo cual afectaba a una pequeña minoría de mineros y comerciantes. Pero desde la perspectiva de la mayoría de los pobladores, la relación fiscal casi siempre tenía que ver con el gobierno local, ya fuera estatal o municipal. Esto cambió de manera radical en el curso del siglo XX, cuando se crearon los sistemas fiscales modernos, primero con la innovación del Impuesto Sobre la Renta y después el Impuesto al Valor Agregado.
La centralización fiscal significó que los estados y municipios ahora dependan fundamentalmente de transferencias otorgadas por el gobierno federal para financiar la gran mayoría de los bienes y servicios públicos que proveen. Desde el punto de vista de los ciudadanos esto significa que el federalismo centralizado rompe lo que se conoce como el principio de beneficio: que los contribuyentes pueden ver una relación entre los impuestos que pagan y el gasto público que financia los servicios que reciben del Estado. Ya no se trata de la protección militar de amenazas exteriores, sino de los sistemas de agua potable, caminos, escuelas o clínicas de salud.
El problema del mal funcionamiento del pacto federal mexicano no se debe buscar en el origen del mismo o una falta de autenticidad, sino en explicar por qué los servicios públicos que provee el Estado son de tan baja calidad. Una buena parte de la explicación viene dada por el arreglo federal que, debido a su centralización, rompe el vínculo de responsabilidad de los políticos electos frente a los ciudadanos.
Universidad de California, San Diego
domingo, 12 de septiembre de 2010
México: Nuestra endeble Independencia a 200 años
Por Karla Garduño Morán |
Ciudad de México (12 septiembre 2010).- El País ha perdido autonomía en materia alimentaria y energética, al importar cada vez más granos y gasolinas; por otra parte, los ingresos públicos quedaron subordinados desde hace 30 años al petróleo, el cual está a punto de importarse por la caída en la producción y la reducida capacidad de refinación. ¿Asociación o dependencia? Desde finales del siglo XIX, Estados Unidos ha sido el principal socio de México, tendencia que se confirma al grado que hoy el 80 por ciento de las exportaciones mexicanas se destinan a ese mercado y cerca del 50 por ciento de lo importado proviene de ese país. A partir de la última década del siglo pasado, las ventas al exterior de México dependen 80 por ciento de la industria manufacturera, la cual está sujeta a la Inversión Extranjera Directa (IED), que es principalmente estadounidense (40 por ciento del total). Con una relación tan estrecha, México está sujeto a los vaivenes de la economía de Estados Unidos, tanto que cuando aquel país entra en crisis la inversión en México decrece y aumenta el desempleo. Un ejemplo de esa afectación se registró luego del llamado "Crack del 29" "en la tercera década del siglo XX", el Producto Interno Bruto de México cayó hasta 14 por ciento y el peso tuvo que sufrir una devaluación en 1932 para relanzar la economía. Lo mismo ocurrió con la crisis de 1982, que se originó por el sobreendeudamiento de México, pero también de Estados Unidos. En esa década, la IED cayó 70 por ciento y el desempleo alcanzó una tasa de 6.2 sobre la Población Económicamente Activa. Con la más reciente recesión iniciada en 2008 en Estados Unidos, la economía mexicana sufrió un revés del que todavía no se recupera. La caída en la inversión fue de 50 por ciento en 2008, el desempleo llegó a 5.7 por ciento el año pasado y el PIB registró caídas de hasta 10 por ciento. Otro ejemplo de la dependencia es la entrada de recursos de Estados Unidos a México a través de las remesas enviadas por los migrantes, que según las cifras del Consejo Nacional de Población se han incrementado de 6.4 millones de personas en 1994 a 11.8 millones en 2007. El País es el mayor receptor de estos recursos en América Latina. Según datos del Banco Interamericano de Desarrollo, en 2009 México recibió 21 mil 132 millones de dólares en remesas. El segundo lugar en América Latina fue Brasil, con 4 mil 700 millones de dólares. Un estudio realizado por el Centro de Documentación, Información y Análisis de la Cámara de Diputados, en 2008, concluye que las remesas benefician en mayor medida a la población de escasos recursos. Las familias que se ubican entre los deciles 1 y 6 reciben el 70.4 del total de las remesas. Sin embargo, a partir de la crisis económica en Estados Unidos, el envío de dinero desde el exterior ha ido a la baja a partir del 2008. Ese año las remesas cayeron 3.6 por ciento respecto al 2007 y en 2009 volvieron a caer hasta 15.7 por ciento, según datos del BID. Comercio en dos siglos Durante el siglo XIX, las relaciones entre Estados Unidos y México transitaron entre fricciones, particularmente desde la invasión en 1847, tras la cual México perdió territorio de Texas. Aun así, el comercio entre ambos países cobró importancia. En 1870 las exportaciones de México a Estados Unidos representaban el 55 por ciento del total y para 1910 habían llegado al 76 por ciento. Las importaciones pasaron del 23 al 56 por ciento en esos mismos 40 años, según datos de la investigadora de El Colegio de México Sandra Kuntz (El comercio México-Estados Unidos 1870 1929: reconstrucción, estadísticas y tendencias generales ). A pesar del movimiento revolucionario y de la intervención estadounidense en el puerto de Veracruz en 1914, Estados Unidos se mantuvo como el principal socio durante todo el siglo XX. Las exportaciones oscilaron entre 67 y 70 por ciento en las décadas de los 20 y los 30, mientras que las importaciones llegaron al 75 por ciento, debido al desabasto local que provocó la Revolución. La subordinación de México al intercambio con Estados Unidos llegó a tal punto que durante la Gran Depresión, iniciada con el "Crack del 29" en Wall Street, las exportaciones totales del País se redujeron a la mitad del nivel que tenían en 1927 y las importaciones fueron hasta tres veces menores, como se refleja en las cifras del Banco Nacional de Comercio Exterior. En 1930, el Producto Interno Bruto de México se redujo 6.5 por ciento. Dos años después el peso se devaluó 30 por ciento y la economía cayó 14 por ciento. Estados Unidos comenzó su recuperación a partir de 1932 y la consolidó antes de participar en la Segunda Guerra Mundial. México creció de la mano de su vecino con mayores exportaciones, que sólo entre 1934 y 1935 aumentaron 50 por ciento. En los 40, los Gobiernos de Manuel Ávila Camacho y Miguel Alemán fomentaron un modelo de sustitución de importaciones en el que se redujo la compra de bienes de consumo para proteger la industria interna, pero se flexibilizó la importación de los llamados bienes de uso intermedio (materias primas) y los bienes de capital (maquinaria y equipo), de manera que esa política no afectó a Estados Unidos, que se convirtió en el principal proveedor de la industria mexicana. A pesar de la política proteccionista de Miguel Alemán, Estados Unidos aumentó su participación en la industria mexicana en los años cincuenta. En 1940, el 63.7 de la inversión extranjera directa (IED) provenía del país vecino, mientras que en 1960 el porcentaje ascendió a 83.2. Con la puesta en marcha del programa de maquila de exportación en 1966 "que dio facilidades a las empresas maquiladoras para instalarse y ofrecer empleos" inició en el país un auge exportador y de inversión extranjera. En 1970 se habían instalado 120 plantas en la línea fronteriza y cuatro años después la cifra se triplicó. Con este auge, la inversión extranjera directa en México inició su escalada, especialmente por la participación de Estados Unidos. Mientras que en 1940 el gasto estadounidense en manufactura representaba apenas el 2.7 por ciento del total de sus inversiones, en 1957 ascendió a 45.3 y para 1972 ya representaba el 69.8 por ciento, según datos recopilados por Gustavo Vega en su libro El Tratado de Libre Comercio de América del Norte. Visión retrospectiva y retos a futuro (El Colegio de México, 2010). Entre 1980 y 1988, el 66.34 por ciento de la IED provenía del sector manufacturero. Según cifras del INEGI, a partir de 1983 las exportaciones manufactureras comenzaron a crecer en niveles superiores al 50 por ciento, mientras que las extractivas y las agropecuarias fueron en descenso desde principios de los ochenta. Por ejemplo, en febrero de 1983, mientras que las exportaciones agropecuarias y extractivas decrecieron 30 y 44 por ciento, respectivamente, las manufactureras tuvieron un crecimiento de 60 por ciento. Cambio de intereses A pesar de ocupar un lugar entre los 10 principales países productores de petróleo, las exportaciones de Pemex han ido a la baja. En 1980 las ventas externas de productos petroleros representaban el 67.3 por ciento del total, pero el crecimiento de la industria manufacturera las desplazó y para 1991 significaban apenas el 19.13 por ciento de las exportaciones del país. En cambio, la participación de la industria manufacturera pasó de 19.5 por ciento en 1980, a 52 por ciento en 1990. A partir de 1991, cuando en la estadística del INEGI de la industria manufacturera se incluyeron las exportaciones de la maquila, éstas alcanzaron porcentajes superiores al 80 por ciento que se mantienen hasta la fecha. La baja en las exportaciones petroleras y el aumento de la maquila no fueron casuales. Tras la crisis de 1982 "provocada por el fuerte endeudamiento del país y los vaivenes del gobierno de Miguel de la Madrid" Carlos Salinas de Gortari impulsó un nuevo modelo económico encaminado a aumentar la inversión privada y las exportaciones. Gracias a las nuevas políticas de apertura, la inversión creció a niveles superiores al 20 por ciento desde 1989. Según datos del Banco Interamericano de Desarrollo, la IED aumentó a partir de la década de los noventa y, de representar el 0.9 por ciento del PIB, pasó a 4.4 por ciento en 2007, año en que comenzó a disminuir, y para 2009 bajó a 3.3 por ciento. El crecimiento tanto en la IED como en el comercio exterior fue resultado del Tratado de Libre Comercio entre Estados Unidos, Canadá y México, que entró en vigor en 1994. De 1990 a 1995 las exportaciones crecieron del 14.3 por ciento del PIB al 25.4 y las importaciones pasaron de 18.1 a 26 por ciento en el mismo periodo. El crecimiento se ha mantenido, para 2009 las exportaciones alcanzaron el 37.1 y las importaciones llegaron al 41.5 por ciento. 'Seguridad' alimentaria Desde hace más de 20 años México importa maíz, su alimento más representativo, porque su producción es insuficiente. En 2009, la compra de este grano llegó al 27.4 por ciento de lo que se consume, según reportó el gobierno federal en su Cuarto Informe. La importación de otros productos alimenticios básicos como el arroz, el frijol, la carne de puerco y el pollo ha aumentado en los últimos años; del 2000 al 2009, por ejemplo, las compras externas de frijol pasaron del 6.6 por ciento sobre el consumo a 14.5 y las de carne de aves aumentaron de 11.2 a 15 por ciento en 10 años. Según datos de la Organización Mundial de Comercio, México ocupa el sexto lugar entre los países importadores de alimentos con un 1.9 por ciento del total. La Unión Europea, Estados Unidos, Japón y Canadá tienen un porcentaje más alto, pero sus importaciones han disminuido en los últimos 10 años, mientras que las de México van a la alza: entre 2007 y 2008 crecieron un 20 por ciento. Desde la década de los ochenta el saldo en la balanza comercial agropecuaria y agroalimentaria resulta negativo la mayoría de los años; es decir, las importaciones son mayores que las exportaciones. Sin embargo, mientras que en 1995 "el segundo año del Tratado de Libre Comercio" la diferencia entre exportaciones e importaciones fue de mil 300 millones de dólares a favor de las ventas al exterior, en 2009 el saldo fue de menos 2 mil 400 millones. Petróleo a la baja Como parte de la estrategia para allegarse de inversión privada, entre 1982 y 1993 el gobierno mexicano privatizó 938 de las mil 155 empresas paraestatales que tenía. En 1994, tras la crisis y el Tratado de Libre Comercio, este proceso que hasta 1998 había recaudado 30 mil millones de dólares se frenó y el Estado se quedó con empresas clave como la Comisión Federal de Electricidad y Petróleos Mexicanos. Con la firma del Tratado de Libre Comercio, México permitió la entrada de mayores capitales extranjeros a sus paraestatales a través de la contratación de obras y servicios y en 2008 se impulsó una reforma energética encaminada a permitir la inversión extranjera. Sin embargo, lejos de hacer funcionar a Pemex como una empresa, el Estado sigue recargando sus finanzas en la paraestatal. Desde 1980, el porcentaje de participación de los recursos provenientes del petróleo en el ingreso del gobierno ya era superior al 30 por ciento. En 1983 la participación alcanzó el 50 por ciento y en 1989 bajó nuevamente hasta niveles cercanos al 30 por ciento. Luego del pago de impuestos y derechos, las finanzas de Pemex quedan en números rojos desde 1998, lo que aumenta su endeudamiento. En 2009, por ejemplo, la paraestatal reportó un rendimiento de operación de 428 mil millones de pesos, pero tras el pago de derechos e impuestos registra una pérdida neta de 94 mil 600 millones de pesos. El futuro para la empresa no es prometedor. Desde el 2005, la producción petrolera comenzó a disminuir; en ese año se dejaron de producir 39 mil barriles diarios y la caída fue gradual. En cinco años se ha pasado de una producción de 3 millones 382.9 mil barriles diarios a una de 2 millones 578 mil barriles diarios en el segundo trimestre del 2010. Actualmente México produce crudo pesado mientras sus refinerías están hechas para procesar crudo ligero. De las seis refinerías "la última construida hace 26 años" sólo dos se han reconfigurado para trabajar con petróleo pesado, por lo que la paraestatal podría importar crudo ligero para refinar. La insuficiencia de las refinerías mexicanas mantiene la producción de gasolinas con un crecimiento irregular desde hace una década. En 2003 aumentó un 11 por ciento respecto al año anterior, pero en 2005 decreció 2.5 por ciento y en 2008 también bajó poco más del 1 por ciento. En cambio, el aumento en la demanda se sostiene entre 5.5 y 6.9 por ciento anual, por lo que en la década de los ochenta México comenzó a importar gasolinas, aunque en porcentajes que no superaban el 1 por ciento de lo que se consumía en el país. Fue hasta 1989 que se importó una cantidad considerable de gasolina (el 6.7 por ciento del total), un porcentaje que para 1993 ya era de 18.5 y en 1998 de más del 27.8 por ciento. La importación de gasolinas disminuyó en los siguientes años, pero a partir del 2005, cuando llegó al 28.3 del total de lo vendido en el país, fue creciendo hasta alcanzar el 40 por ciento que representa actualmente. El gobierno de Felipe Calderón anunció el 8 de octubre del 2008 la construcción de una nueva refinería en el país, pero cálculos de expertos señalan que actualmente resulta más barato comprar alguna en Estados Unidos y llevar la producción para allá "como ya sucede con Deer Park en Texas" que construir una. Aunque el gobierno insiste en que se invertirá en la construcción de una nueva refinería en Hidalgo, ésta no ha comenzado. Pérdida de confianza En los últimos años la confianza de los inversionistas ha decrecido y con ello la IED. Según el "Informe Mundial sobre las Inversiones 2010", publicado en agosto de 2010 por Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Comercio y el Desarrollo (UNCTAD, por sus siglas en inglés), México salió de la lista de las principales 20 economías receptoras de IED. El país ha bajado también su calificación en el índice de competitividad global del Foro Económico Mundial. Mientras que en 2007-2008 estaba en el lugar 52, en 2010-2011 cayó al lugar 66. A pesar de su dependencia de la IED, México no ofrece facilidades para la apertura de negocios. Un análisis realizado por el Banco Mundial señala que el país se encuentra por debajo de la media de otros miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico en aspectos como número de procedimientos, tiempo promedio y costo para la apertura de un negocio. Otros riesgos México también depende cada vez más del exterior en temas como tecnología, seguridad y justicia. Durante la pandemia de Influenza A H1N1, en abril y mayo del 2009, se evidenciaron las consecuencias de la falta de impulso a la tecnología. La falta de equipo especializado obligó a que durante las primeras semanas de la contingencia las pruebas científicas del virus se tuvieran que realizar en Estados Unidos, lo cual retrasó el diagnóstico. Además, hubo que esperar para recibir del exterior el total de los 27 millones de vacunas que se aplicaron, según explicó el director del Centro Nacional de Vigilancia Epidemiológica y Control de Enfermedades, Miguel Ángel Lezana. El tráfico de armas de Estados Unidos a México y el paso de drogas en sentido contrario vulneran las estrategias del gobierno federal en su lucha contra el narcotráfico. Según un informe de las Naciones Unidas titulado "La globalización del delito", más de 20 mil armas son traficadas anualmente desde Estados Unidos a México. En materia de justicia, cada vez es mayor la necesidad de recurrir ante organismos internacionales, especialmente en el tema de derechos humanos. Entre el 2000 y el 2009, el número de casos contra el Estado mexicano llevados ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos pasó de 27 a 232, sólo por debajo de Colombia. |
jueves, 9 de septiembre de 2010
Jesús Guerrero / Corresponsal
Chilpancingo, Guerrero (9 septiembre 2010).- El presidente de la Comisión de Presupuesto y Cuenta Pública del Congreso local, Carlos Álvarez Reyes, aseguró que se ha detectado que 119 ex alcaldes, del periodo 2004 al 2008, no han comprobado mil 621 millones de pesos.
La consecuencia de la omisión es que a ocho ex presidentes municipales ya se les inició un proceso de juicio político.
Durante el Encuentro Nacional de Fiscalización Gubernamental 2010 y que estuvo presidida por el titular de la Secretaría de la Función Pública, Salvador Vega Casillas, Álvarez, dijo que en esta 59 Legislatura local, se analizaron 145 cuentas públicas de ex alcaldes que militan en PRI, PRD, PAN y PT, y solo fueron aprobadas 18.
"Estamos hablando que los alcaldes que presentaron sus informes financieros con irregularidades y que no pudieron comprobar mil 621 millones de pesos, por lo que a 119 ex ediles o tesoreros municipales se les exigió el resarcimiento de los recursos públicos", externó.
La consecuencia de la omisión es que a ocho ex presidentes municipales ya se les inició un proceso de juicio político.
Durante el Encuentro Nacional de Fiscalización Gubernamental 2010 y que estuvo presidida por el titular de la Secretaría de la Función Pública, Salvador Vega Casillas, Álvarez, dijo que en esta 59 Legislatura local, se analizaron 145 cuentas públicas de ex alcaldes que militan en PRI, PRD, PAN y PT, y solo fueron aprobadas 18.
"Estamos hablando que los alcaldes que presentaron sus informes financieros con irregularidades y que no pudieron comprobar mil 621 millones de pesos, por lo que a 119 ex ediles o tesoreros municipales se les exigió el resarcimiento de los recursos públicos", externó.
Hora de publicación: 16:53 hrs. | ||
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